“Cuando sintieron hambre…”
1 Cor 4, 6-15; Sal 144; Lc 6, 1-5.
No hay nada más despiadado que negar el pan a quien tiene hambre. El alimento nunca, jamás, es un premio, un incentivo o un mérito. Dios es gracia, es para nosotros un regalo inmerecido que se nos otorga a todos y cada uno. Así, el alimento es una manifestación de la bondad y misericordia infinitas que Dios nos tiene, como una madre o un padre que siempre esperan a sus hijos a la mesa con la comida caliente, no porque se la merezcan, sino porque la necesitan. Los panes son sagrados, se reparten y entregan a todos por el simple hecho de estar cansados y sentir hambre.
Jesús nos enseña una nueva lógica de la distribución alimentaria más allá del mérito del trabajo. Frente a él toda lógica prohibitiva o restrictiva relacionada con la disposición y distribución de alimentos es ajena a la perspectiva de Dios. ¿Qué hacemos para tener alimento variado y disponible para todos? Destruyamos la lógica mercantil sobre el manejo de alimentos y demos pan al hambriento; ese fue el mandato del Señor. Dando alimento a quien siente hambre nos asemejaremos más a Dios.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Carlos Regino Villalobos E. C.M.
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