“Para eso he sido enviado”
1 Cor 3, 1-9; Sal 32; Lc 4, 38-44.
La cuestión vocacional se ha vuelto un tema de vital importancia para todos; esa búsqueda para encontrar en el fondo de cada uno de nosotros el sentido profundo de la vida. Los árboles ofrecen sus flores o sus frutos, que siempre son para otros; la luz siempre alumbra a los demás… Descubrir un don, que está en nosotros, pero que no es para nosotros, se convierte en una tarea fundamental en la vida. Estar en donde no debemos, hacer lo que no sabemos, dedicarnos por entero a aquello que, aunque nos mantenga con vida, no nos da vida ni mejora la vida de los demás, es simplemente una frustración, que termina en un desgaste sin sentido.
Toda vocación tiene sus propios retos, dificultades y sacrificios, así como sus grandes satisfacciones.
Una obra urgente de caridad en nuestro tiempo es descubrir la vocación y ayudar a otros a descubrir la suya, para que cada uno esté ahí en el lugar que debe y haciendo lo que debe, dando lo mejor de sí mismo, para poder decir convencido como Jesús: “Para eso ha sido enviado”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Hilario Sarabia Granados, diácono permanente
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