Desde un punto de vista vicenciano: Ser Vicente de Paúl

por | Ago 19, 2022 | Formación, Patrick J. Griffin, Reflexiones | 0 comentarios

¿Te has preguntado alguna vez qué necesitarías para ser san Vicente de Paúl? ¿Cuáles son los elementos que hicieron de él el hombre/santo que fue? ¿Cómo pueden/deben formar parte de nuestra forma de pensar y actuar? ¿Cómo orienta nuestra visión en «Ver a Cristo en los rostros de los que servimos»? Esta última frase expresa el tema del Encuentro Nacional de las Damas de la Caridad de norteamérica a finales de este mes.

No necesito que nadie me explique por qué no puedo ser algunas personas. No puedo ser Pavarotti porque no tengo su voz. No puedo ser Marie Curie porque no tengo su cerebro. No podría ser Shakespeare porque no tengo su don para el lenguaje. Evidentemente, no podría ser una gran cantidad de personas porque poseen algún talento que está tan lejos de mis capacidades que ni siquiera se me ocurriría compararme con ellos. Son tan maravillosos que ni siquiera siento envidia de sus dones. Vienen de un mundo diferente y yo sólo puedo dar un paso atrás, admirar y maravillarme.

Pero, ¿qué pasa con Vicente de Paúl? ¿Hay algo en él que inmediatamente suprime la posibilidad de que yo pueda ser como él, que pueda asumir su papel para una Iglesia moderna, que pueda «ser» él? La pregunta estimula mi mente y mi corazón. ¡Qué regalo sería Vicente para nuestro mundo y nuestro tiempo! ¿Por qué no puede alguien —como tú o yo— levantarse y asumir su papel como líder en la comunidad cristiana, como fuerza en la Familia Vicenciana y como «primera respuesta» a las necesidades de los marginados de nuestro mundo?

Honestamente, una de las características más atractivas de Vicente para mí es el hecho de que a menudo parece tan ordinario. Tenía una manera de tratar con la gente corriente y de animarles a utilizar sus dones y recursos en beneficio de los demás. Vio la abundancia de necesidades entre la gente de su tiempo y determinó formas de responder a ellas que invitaban a colaborar y apoyar. Se centró en las soluciones, además de en los problemas. Invitó a colaboradores así como a simples oyentes. Su entrega a la Divina Providencia y a los impulsos del Espíritu abrió posibilidades negadas a pastores menos atentos.

Entonces, ¿por qué no puedo ser Vicente de Paúl?

Una razón primordial es, por supuesto, que Dios nos ha hecho a cada uno diferentes y adecuados al tiempo y al lugar que nos corresponde. Yo no puedo ser Vicente, pero puedo ser Patrick y puedo realizar el bien que mi vida y mis oportunidades me ofrecen. Dicho esto, sin embargo, confieso un cierto temor ante todas las exigencias que pueden recaer sobre una persona que elige seguir el camino que lleva al servicio serio de los pobres. Similar a la época de Vicente, los lugares donde los pobres sufren necesidades en nuestro tiempo son muchos y variados. Como sabemos, la atención de Vicente iba a todas partes, desde los niños abandonados hasta las mujeres comprometidas, pasando por los presos de las galeras. Se podría hacer una lista no menos impresionante para nuestro tiempo.

«Ser Vicente de Paúl» puede suscitar nuestra reflexión. La intención, sin embargo, no debe ser compararnos con él, sino dejar que nuestro amor por los pobres se inspire en su testimonio. Unos y otros necesitamos ver a Cristo en los rostros de aquellos a quienes servimos. Esa visión da energía y orientación a nuestras acciones.

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