Dios nos acompaña en nuestras cosas más cotidianas, y desde ellas nos anima a seguirle.
Mi tierra prometida eres Tú
Jesús,
te quiero porque me entiendes,
porque te has acercado a mí
a mis cosas más cotidianas:
mis estudios,
mis juegos y aficiones,
mis amigos,
mi familia…
Has puesto tu mano en mi hombro
y me has dicho:
«¿Cómo te va hoy, amigo?»
Y sin necesidad de contestarte
ya mi vida era fiesta.
Sé que estás conmigo.
Gracias, Jesús.
Mi tierra prometida
eres Tú.
Javier F. Chento
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