“El Señor es mi pastor, nada me faltará”
Ez 34, 1-11; Sal 22; Mt 20, 1-16.
¡Bendito y alabado seas mi Señor, por ser un Dios justo y misericordioso!
Jesús, que conoce el corazón y las necesidades de cada uno, es el buen pastor que cuida a cada una de sus ovejas de modo especial.
El evangelio nos dice que en el Reino de Dios hay trabajo para todos: tanto para los que llegan a primera hora como para los que llegan al mediodía o al atardecer; y todos reciben la misma paga. Esto, en nuestra visión, parece injusto, pues unos trabajaron más; sin embargo, para el que encontró trabajo al final del día esto fue una bendición.
¿Pensaríamos igual si consideráramos que el “denario” que recibiremos es conocer a Dios, ser su amigo y servidor y vivir con Él en el gozo y la paz? Seguro que ya no pediríamos más y sería una bendición el haberlo conocido y servido desde la primera hora (niñez o juventud); además, nos alegraría que otros, quizás los que más queremos, puedan conocerlo aun en el ocaso de su vida.
¡Gracias Jesús por seguir invitándonos a trabajar en tu viña! ¡Gracias por confiar en nosotros para tan importante labor! Derrama tu Espíritu para que con alegría y amor podamos decir: ¡Sí, yo quiero servirte!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Hilario Sarabia Granados, diácono permanente
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