“Estén atentos y cuídense de cualquier codicia“
Ecl 1, 2; 2, 21-23; Sal 91; Col 3, 1-5. 9-11; Lc 12, 13-21.
Alguien le pide a Jesús, entre la gente, que convenza a su hermano de repartir con él la herencia, a lo que Jesús responde: ¿Quién me ha nombrado juez entre ustedes?
Luego Jesús aprovecha para decirle a la gente que se cuiden de la codicia, que la vida no depende de los bienes que se tengan. Les cuenta la parábola de un hombre que al tener una gran cosecha piensa en construir graneros más grandes y darse la gran vida, pero Dios le revela que esa misma noche moriría. Y termina diciendo que así le pasa al que acumula tesoros para sí y no es rico a los ojos de Dios.
¿Qué es ser rico a los ojos de Dios? Es haber practicado las obras de misericordia, haber vivido el amor al prójimo. Nuestras obras de amor es lo único que se va con nosotros, no los bienes materiales que hayamos podido tener. En la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón, el que goza del Reino de los Cielos es Lázaro el mendigo, el que esperaba las migajas de la mesa del rico, y la única explicación que le dio Abraham al rico fue: “Tú tuviste bienes y Lázaro males”. Es decir, tú acumulaste bienes y nunca los compartiste. El acumular bienes nos hace mezquinos, nos puede cerrar los ojos y el corazón a las necesidades de los demás.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silvia Bermea Ordóñez HC.
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