Jesús es la razón por la que Dios no les niega a los constantes en las oraciones las bendiciones que ellos se las piden con confianza.
Se nos enseña hoy que hemos de ser constantes en nuestras oraciones. Y parece que lo que hay de bueno en ser constantes es esto: le resultemos quizá tan pelmazos a Dios que, para deshacerse de nosotros, nos conceda él lo que le pedimos.
Esto, por supuesto, da una imagen de Dios no del todo buena. Pues parece que él es como un amigo que no lo es de verdad. Es que el amigo no sabe que en la necesidad se ve la amistad.
Pero extraer tal imagen de Dios es perder de vista la otra enseñanza. Y es una de las enseñanzas constantes de la Buena Nueva que proclama Jesús, a saber, que Dios es Padre. «Padre» connota intimidad, cariño, cercanía, confianza. Y si Dios es Padre de todos, entonces somos hermanos todos. Seamos buenos o malos, mujeres o hombres, de la raza, nación, lengua, religión que sea.
Sí, se nos da a conocer que Dios es Padre. Y él merece más el nombre de padre que todo padre humano. Los hombres, si bien dejamos mucho que desear como padres, les damos a nuestros hijos lo que piden. Pero nuestro Padre del cielo es bondad sin par. Y es por eso que él nos da lo que los hijos le pedimos. Por encima, da también lo que él, por su bondad, prevé que necesitamos más que nada.
Pedir constantes nosotros que santificado sea el nombre del Padre, que venga su reino
Y lo que necesitamos más que nada es que sea santificado el nombre del Padre y venga su reino. Pues si más hombres honran de forma cada vez más consciente su nombre de Padre, mejor y más amplia será nuestra solidaridad.
Prevalecerán, por lo tanto, la justicia, la misericordia, la fe y la paz. Nadie pasará hambre, no habrá pobres. Nos amaremos y nos apoyaremos los unos a los otros. Es decir, reinará Dios. Y con reinar él, se nos dará todo lo demás. Así de valioso es el reino de Dios. Con razón, pues, nos toca procurar extender más el reino de Cristo que nuestras posesiones (SV.ES III:489).
Se dice reino de Cristo, pues viene el reino de Dios solo por medio de Cristo. Él es el que introduce el reino de Dios y el que lo llevará a pleno cabo. Por medio de él reina y reinará el Padre con la fuerza del Espíritu Santo (Cabe mencionar que unos manuscritos dicen «Venga tu Espíritu Santo, y nos purifique», en lugar de «Venga tu reino».).
Y todo esto indica que se nos concede lo que pedimos, y viene el reino, solo por la bondad de Dios. No por nuestras oraciones constantes hasta la saciedad, no por nuestros méritos. No por nuestra obra, sino solo por la gracia y la verdad de Dios. Y ellas han venido por medio de Jesucristo. Y éste nos dice: «Os aseguro que el Padre os concederá todo lo que le pidáis en mi nombre». En él también Dios nos da vida.
Señor Jesús, por ti pedimos al Padre que santifique él su nombre, dándonos un corazón nuevo y un espíritu nuevo, para que el mundo y los humanos seamos lo que él quiere que seamos. Danos fuerza por alimentarnos de tu cuerpo y sangre. Pues nos queda largo el camino de ser, como tú, y Abrahán y Bartimeo, hombres y mujeres constantes en las oraciones.
24 Julio 2022
17º Domingo de T.O. (C)
Gén 18, 20-32; Col 2, 12-14; Lc 11, 1-13
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