«Todas [las instituciones religiosas] tienden a amar a Dios, pero cada una lo ama de manera distinta: los cartujos por la soledad, los capuchinos por la pobreza, otras por el canto de sus alabanzas; y nosotros, hermanos míos, si tenemos amor, hemos de demostrarlo llevando al pueblo a que ame a Dios y al prójimo…»
– San Vicente de Paúl (SVP ES XI-4, pág. 553)
En un artículo publicado en la revista Vincentiana (año 2000, Número 6), el P. Robert Maloney, C.M. señala que San Vicente eligió centrarse en el modelo del sacerdote como misionero.
«Para Vicente […] el sacerdote es sobre todo el misionero del Padre, el evangelizador de los pobres».
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El sacerdote estaba condicionado por la religión, el levita por la ley por eso siguieron de largo obedeciendo estructuras. El samaritano no está comprometido ni con la religión y ley caduca, es libre para actuar con humanidad. No convirtamos las estructuras religiosas en obstáculos para servir al hermano herido en el camino cotidiano.