“Volveré a verlos, y entonces su corazón se llenará de alegría, una alegría que nadie les podrá quitar”

Hech 18, 1-8; Sal 97; Jn 16, 16-20.

Cierra tus ojos y entra en la escena del Evangelio. Está Jesús con sus apóstoles, y tú estás entre ellos. Estamos muy contentos disfrutando de una gran alegría, una promesa esperada largo tiempo y que ahora se cumple: por fin hemos encontrado al que nos viene a liberar de la injusticia, a restablecer un orden nuevo, a traernos felicidad. Y de pronto este libertador esperado nos dice que lo van a crucificar, a torturar. ¡Qué duro! Los sueños por el suelo.

Pero Jesús añade: “Mi Padre me resucitará y volveré a verlos con una presencia constante: el Espíritu Santo. Yo soy la Vida y doy la Vida, los amo y “nadie podrá arrebatarles esta alegría”. Jesús es sorprendente, inesperado. En esa época, como hoy, Dios se deleita sorprendiéndonos.

El Papa nos dice que la fe no es fácil, muchas veces es una lucha, pero el Espíritu está ahí siempre, acompañándonos para que luego venga la luz, la alegría, la serenidad profunda, la paz.

El Espíritu llama también hoy a hombres y mujeres para que salgan al encuentro de todos los que esperan conocer la belleza, la bondad y la verdad de la fe cristiana. (Tweet Papa 11-05-21).

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: María Luisa Fuentes Quesada HC