“Dios no envió a su hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él”
Flp 2, 6-11; Sal 77; Jn 3, 13-17.
Nuestro Padre Dios nos ama tanto, que nos dio a su Hijo no para condenarnos, sino para salvarnos. ¿Te has puesto a pensar despacito estas frases del Evangelio? Nuestro Abba (“Papito”) nos dio a Jesús, la piedra angular, el cimiento sólido para una buena construcción, una casa que no se caiga con los temblores.
Pero necesitamos un terreno dónde construir. ¿Qué terreno vamos a escoger para edificar? Mi persona, mi familia, mis vecinos, mis amigos, mi grupo parroquial… ¿Con qué material? Con el amor humilde y sencillo: ser bondadoso, no tener envidia, ni ser presumido, ni grosero, ni egoísta; no guardar rencor ni alegrarse de las injusticias..
Hoy es fiesta para las personas que trabajan en la construcción. Construyamos juntos este mundo nuevo, ladrillo sobre ladrillo, mezclando, martilleando. Como nos decía San Vicente: “con el sudor de nuestra frente y el esfuerzo de nuestros brazos”. Estamos viviendo una época nueva, un cambio de época, llena de oportunidades y retos.
¡Felicidades constructores!, María los tome de la mano y los envuelva en su amor maternal.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: María Luisa Fuentes Quesada HC
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