“Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor. Aleluya”
Hech 5, 17-26; Sal 33; Jn 3, 16-21.
Dios nos dio todo en su Hijo único, Hijo que vino al mundo para salvarlo. Tanto amó Dios al mundo. En estas pocas palabras está el núcleo de nuestra fe. Creemos en un Dios que nos ama, a todos, estemos o no conscientes de ese amor.
Dios nos ama tal y como somos, inacabados e inestables. Pero acercándonos a Jesús palpamos un Dios cercano, presente en cada ser humano, incluso en aquellos que parecen más despreciables e incómodos, según los criterios de la sociedad.
Durante el tiempo pascual seguimos el libro de los Hechos de los apóstoles, es nuestro itinerario; empezamos a ver que la confianza de poner todo en común se ha fracturado –historia de Ananías y Safira–; la admiración y mudez de las autoridades religiosas judías han desaparecido, por eso los apóstoles comienzan a ser perseguidos y encarcelados, esosí, sin violencia; no por respeto a sus derechos humanos, sino por miedo al pueblo creyente.
La orden y la misión de Jesús estaban en marcha y siguen hasta hoy. La Iglesia, santa y pecadora, quiere ser fiel anunciando a todos el amor de Dios, especialmente a los que acumulan pobrezas y a las víctimas de toda violencia.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Alicia Margarita Cortés C. HC
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