“Con gran energía daban testimonio de la resurrección”
Hech 4, 32-37; Sal 92; Jn 3, 7-15.
¡Felices Pascuas de Resurrección! Vivimos la gran fiesta de nuestra fe. Es emocionante empezar algo nuevo: desde un cuaderno, un curso, la bolsa del pan, un perfume, una carrera, un trabajo, etc.; mantener el mismo ánimo o acrecentarlo es otra cosa.
Tienes que nacer de nuevo, del agua y del Espíritu, dijo Jesús a Nicodemo. No se trata de arreglos cosméticos. Tienes que empezar reconociendo tu ignorancia. El bautismo supone una muerte, sin la cual no habrá nuevo nacimiento. Tienes que morir a lo que eras, para empezar a ser de nuevo lo que Dios ha soñado para ti. Nacer del Espíritu supone de algún modo perder el control sobre tu propia vida. Y eso, tanto a Nicodemo como a nosotros, nos da vértigo.
Lo verdaderamente importante en la vida no se deja conquistar, solo recibir. Contemplar a Jesús elevado en cruz nos revela el océano del amor de Dios. Es en ese amor donde se nos invita a bautizarnos, a sumergirnos para nacer de nuevo.
No se trata de entrar en el vientre, sino de entrar en el Reino, en ese ámbito donde es posible vincularse de modo estable a Jesús. Es una acción de Dios a la que se responde aceptándola. Eso es nacer de arriba.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Alicia Margarita Cortés C. HC
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