El acceso a una información veraz es algo fundamental en el mundo de hoy. Internet cumple un papel vital en la sociedad globalizada en la que vivimos; por eso, una buena parte de la guerra de desinformación en el presente conflicto bélico de Ucrania se está librando en el ámbito de la comunicación. Lo hemos visto claramente estos últimos días, cuando Rusia ha amordazado por ley la voz de los periodistas y ha prohibido, con penas de cárcel, cualquier información que no sea la oficial del gobierno. Esto, naturalmente, ha provocado el cierre de todo medio de comunicación que no esté de acuerdo con la visión parcial que está dando el gobierno de Putin a sus conciudadanos. Este mecanismo es muy común cuando se desencadenan conflictos y guerras.
Desgraciadamente, este no es el único paso que el gobierno ruso está dando para que la población rusa desconozca la verdad de lo que sucede en el mundo. La semana pasada se cerraron o se limitó el acceso a varias redes sociales: Twitter, Facebook, YouTube o Instagram son prácticamente inaccesibles para el ciudadano ruso. Las razones son más que obvias: minimizar el acceso a la información veraz de lo que está aconteciendo es una poderosa manera de modelar las conciencias y la opinión pública.
Así, la falta de acceso a la información se convierte en una herramienta más de la «no-democracia» que impera de Rusia. No es el único país que utiliza este arma poderosa de la desinformación: escenarios similares se viven en China, Corea del Norte, Cuba, Venezuela o Irán, ninguno de ellos ejemplo de libertades democráticas.
El fin de semana pasado, Rusia dio un paso más para asegurarse esta anómala situación: «Moscú está preparado para desconectar el país de la Red global de Internet. Aunque oficialmente descarta aplicarlo de forma generalizada, el proyecto de internet soberano opera desde ayer con las webs del Gobierno. RuNet [nombre de la red rusa] permitiría que la internet siga funcionando en el país, aunque reconduciendo todo el tráfico de datos a servidores nacionales controlados por autoridades estatales» (información del diario español El País). A efectos prácticos, esta desconexión provocará que sea imposible acceder a cualquier información que no haya sido «filtrada» por el gobierno ruso. Pero las implicaciones de dicha decisión van aún más allá: crear una red privada semejante provocará problemas a las empresas que hacen negocios fuera del país, por ejemplo.
En definitiva, el «apagón informativo» a gran escala que se está viviendo en Rusia no es más que una manera más, y muy efectiva, que el gobierno ruso usa para «taparse las vergüenzas» y que el pueblo no sea consciente de la verdad.
«La verdad os hará libres», dijo Jesucristo (cfr. Jn 8,31-38), en un contexto ciertamente distinto pero igualmente aplicable a la realidad actual. Como vicencianos, también es nuestro deber proclamar la verdad y liberar a los oprimidos de sus cadenas, asistirles en sus necesidades no solo espirituales, sino también en las materiales; y entre estas últimas, no se puede olvidar que la persona humana no será auténticamente libre si no puede vivir conociendo la verdad.
«Si hay algunos entre nosotros que crean que están en la Misión para evangelizar a los pobres y no para cuidarlos, para remediar sus necesidades espirituales y no las temporales, les diré que tenemos que asistirlos y hacer que los asistan de todas las maneras, nosotros y los demás, si queremos oír esas agradables palabras del soberano juez de vivos y de muertos: ‘Venid, benditos de mi Padre; poseed el reino que os está preparado, porque tuve hambre y me disteis de comer; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me cuidasteis’. Hacer esto es evangelizar de palabra y de obra; es lo más perfecto» (San Vicente de Paúl, XI, 393).
Los vicencianos no podemos permanecer callados ante el atraco a la libertad que vive no solo el pueblo ucraniano, sino también el ruso, al igual que otros muchos pueblos y otras muchas circunstancias en las que solo prevalece el interés de los gobernantes y oligarcas. La denuncia evangélica es también nuestra misión. Que no tengamos que arrepentirnos más adelante de no haber sabido hacerlo.
Comisión de Comunicaciones de la Familia Vicenciana.
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