Solo los que son padres pueden llegar a concebir el horror que supone tener que despedirse de la esposa u de un hijo de tan solo un año de edad, que cogen el tren como refugiados para ir a un lugar más seguro, mientras que el padre se queda en Ucrania para defender su país. ¿Qué pasará por la mente de este padre? Quizás tema perder la vida y que este sea el último momento en el que vea a su pequeño y a su mujer.
El momento que capturó el fotógrafo Paul Hansen ejemplariza los miles, quizás millones de dramas personales que se esconden tras esta contienda injusta y desigual.
Es difícil descubrir dónde se esconde la esperanza cuando miramos escenas como esta. En situaciones así quizás solo quede compadecerse («sufrir con el otro», en su significado más profundo) y poner nuestra vida, manos, mente y corazón para que el final feliz llegue pronto. Y tener la esperanza, la certeza de que muchas buenas personas acogerán a estos refugiados con cariño, ofreciéndoles un lugar seguro y un ambiente confortable, además de su cercanía y simpatía.
Además de poner todo en manos de Dios, pongamos nuestras manos a la obra para minimizar los dolores, para aumentar la esperanza, para acabar con el odio, para auxiliar al necesitado, y para abogar en todos los foros para que acabe esta y todas las guerras, absurdas y antievangélicas. San Vicente de Paúl supo actuar durante las guerras que asolaron su tiempo. Que su ejemplo nos ilumine para hacer lo mismo.
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A story by Niklas Orrenius about the heartbreaking human tragedy playing out on train stations around the country. #Ukraine #Lviv #Russia #Warhttps://t.co/HX09QQfGwM pic.twitter.com/G3BjB97jKN— paul hansen (@paulhansen64) March 2, 2022
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