Seducciones de poder, riqueza y gloria

por | Mar 3, 2022 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús lleva la corona de gloria por haber rechazado las seducciones del diablo y sufrido la muerte.  El Crucificado es modelo de constancia; en él nos fijamos.

El Espíritu Santo que bajó sobre Jesús en el Jordán le lleva ahora al desierto.  Allí el que encarna la verdad se encuentra cara a cara con el padre de las mentiras y las seducciones.

Y las seducciones no son de un solo día.  Pues tras fracasar en su intento, el diablo se marcha, sí, pero en espera de otra ocasión para tender más seducciones.

Lo mismo hace él con nosotros.  Y, de hecho, forma parte de nuestro ser el pasar por pruebas.  Es decir, las tentaciones y las seducciones nos son comunes a los hombres (1 Cor 10, 13).

Y Jesús comparte nuestra carne y sangre (Heb 2, 14).  Es por eso que se somete a las seducciones del diablo, aunque no peca (Heb 4, 15).  No hace el nuevo Adán lo que el viejo Adán.

El viejo Adán se dejó seducir por la ilusión de ser igual a Dios, conociendo el bien y el mal.  Es decir, pretendió absolutizarse a sí mismo e independizarse de su Creador, libre de la muerte.

El nuevo Adán, a su vez, no se aparta de Dios en cambio de pan, poder y no morir.  Prefiere estar con Dios y ser fiel a su misión.

Así que Jesús no usa a Dios para remediar las propias necesidades.  No se preocupa solo de sus problemas, sino del reino de Dios y su justicia:  de que haya pan para todos.

Por lo tanto, se resiste a convertir la piedra en pan; más tarde, no bajará de la cruz para salvarse.  Pues no solo de pan vive.  Y no le da culto al poder, a la gloria, a la riqueza; solo se postra en presencia de Dios.  Ni le gusta la ostentación, la que quiere decir tentar a Dios, manipularle, forzarle la mano.

Modelo de constancia en las seducciones

No, no cabe duda de que Jesús es humano.  Esto lo deja claro aun la genelogía en los relatos de Mateo, Marco y Lucas.

Pero lo que distingue lo que cuenta Lucas es que el linaje de Jesús se remonta hasta Dios (3, 38).  ¿No se nos da a entender, pues, que Jesús se une a nosotros los hombre para que nos unamos a Dios?

Al someterse a las seducciones y al resistirse a ellas, Jesús nos abre, sí, las puertas del triunfo.  Nos es decisiva la comunión con Dios y el prójimo, sí, hasta el extremo.  Hasta entregar nuestros cuerpos y derramar nuestra sangre.

Nos alejaremos de la palabra de Dios si nos acercamos al diablo, preocupados de nuestra seguridad, obsesionados por el poder y la ostentación.  Y no conocerenos la paz.  Ni haremos, por miedo de perder la vida y nuestros bienes, lo que san Vicente en tiempos de guerra.  Por ejemplo, decirles la verdad a los con poder.

Señor Jesús, concédenos seguir tu ejemplo de constancia.  Haz que no decaigamos ante las seducciones del diablo y las adversidades de la vida.

6 Marzo 2022
1º Domingo de Cuaresma (C)
Dt 26, 4-10; Rom 10, 8-13; Lc 4, 1-13

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