Pescadores pecadores de hombres pecadores

por | Feb 3, 2022 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús es el pescador principal de los hombres.  Los llamados por él, aun pecadores, han de ser también pescadores de los demás pecadores.

Le dice Jesús a Simón:  «Rema mar adentro y echad las redes para pescar».  Y Simón contesta:  «Maestro nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada».   Se ve en esa respuesta la frustración de Simón y de sus socios pescadores.

Con todo, añade Simón:  «Pero, por tu palabra, echaré las redes».  Y resultan recompensadas su confianza y su obediencia.

Sí, se fía el pescador de la palabra del hijo de un carpintero.  Si fuera Simón uno de los asistentes a la sinagoga de Nazaret pensaría para sí:  «¿Quién se cree que es?  ¿Qué sabe de pescar este carpintero?».

Pero no así lo hace el pescador; no es de los sabios, sino de los humildes.  Por lo tanto, se le concede otra cosa de más valor que una redada grande de peces.  Pues consiguen él, y Santiago y Juan, un ascenso; Jesús hace de ellos pescadores de hombres y mujeres.

Y, ¿quién no acogería el nuevo rango?  Es por eso que no es de sorprender que lor tres saquen las barcas a tierra.  Lo dejan todo para sequir al Maestro.  No importa que aún no sepan del todo el pleno sentido de seguir a Jesús.

Pescadores pecadores de hombres pecadores

Sí, les queda mucho que aprender aún a los que serán pescadores de hombres y mujeres.  Pero por ahora les basta a Jesús que ellos escuchen su palabra y se maravillen de la fuerza de ella.  Lo importante es que vean ellos lo nuevo que hace brotar él, el Hijo del Padre.

En las manos del Hijo lo ha puestro todo el Padre, y solo el Hijo conoce al Padre (Lc 10, 22).  Pero ahora el Hijo tiene a bien compartirles a unos pecadores, con profesión de pescar, su conocimiento del Padre misericordioso.  Es que Jesús, al igual que su Padre, pone sus ojos en los humildes (Lc 1, 48).

Así que la humildad es puerta de entrada e invitación a lo nuevo.  La humildad descubre también nuestra humanidad, pues nos quita las pretensiones que nos ponemos como armadura.  Desarmados, lograremos comprender que no podemos acudir a nadie más que a Jesús; tiene él palabras de vida eterna (Jn 6, 68).

No, la vida, el «cuerno» de salvación, no está en el dinero y el poder (Lc 1, 69; 12, 15).  No está en el becerro de fundición, la proyección de nuestra soberbia y de nuestra codicia sobre una pantalla grande (Éx 32, 4; Sal 73, 6).  Es grande y tridimensional; pero no es más que ilusión.  Está la vida, más bien, en la vergüenza y la muerte de cruz, en entregar el cuerpo y derramar la sangre, por los pecados.

Con razón se nos dice que la humildad es el origen de todo bien que hacemos (SV.ES IX:604).  Es decir, ella nos abre la puerta a las demás buenas obras.  De ella, por lo tanto, no pueden prescindir los enviados o enviadas a ser pescadores o pescadoras de los hombres.

Señor Jesús, tú solo eres santo; cóncedenos confesar que somos pecadores. Haz que captemos, en los momentos de fracaso y desaliento, que tú y tu vida son lo que cuenta.  Que vuelvan a ponerte en el centro de su pastoral y de su vida todos tus pescadores de los hombres.  Tú eres su vida y muerte, su todo (SV.ES I:320; SV.ES V:511).  Así, como testigos que irradian tu fuego, desperterán la fe en los demás.

6 Febrero 2022
5º Domingo de T. O. (C)
Is 6, 1-2a. 3-8; 1 Cor 15, 1-11; Lc 5, 1-11

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