Este 25 de enero iniciamos el trienio que nos lleva a las puertas del cuarto centenario de la fundación de la Congregación de la Misión. Tratemos de comprender y valorar el querer de San Vicente de Paúl, acerca de su “pequeña Compañía”.
En este campo, en la mentalidad del Fundador emergen tres aspectos:
1. La Congregación de la Misión, es un regalo de la misericordia de Dios, a la Santa Iglesia de Dios. Es obra amasada en sus manos, nunca fruto del querer humano. Miremos el pensamiento del Fundador, leamos su legado:
“¡Oh Salvador! Nunca pensé en ello. Dios es el que lo ha hecho todo. Los hombres no hemos tenido parte alguna. Por lo que a mí se refiere, cuando pienso en la forma con que Dios quiso dar origen a la compañía en su Iglesia, os confieso que no sé qué parte he tenido en ello, y me parece que es un sueño todo lo que veo. ¡Todo esto no es humano, sino de Dios! ¿Llamaréis humano a lo que el entendimiento del hombre no ha previsto nunca, a lo que su voluntad no ha deseado ni buscado en lo más mínimo?… todo se hizo en contra de mis esperanzas y sin que yo me preocupase de nada. Cuando pienso en esto y veo todas las tareas que ha emprendido la Compañía, realmente me parece un sueño, me parece que estoy soñando, no os lo sabría decir. Me pasa como al pobre profeta Habacuc, al que tomó un ángel por los cabellos y se lo llevó muy lejos para que consolara a Daniel, que estaba en el foso con los leones; luego el ángel volvió a traerlo al lugar de donde lo había tomado, y él, al verse en el mismo sitio de donde había salido, pensaba que todo había sido un sueño y una ilusión”.
S.V.P. XI, 326
2. Pero la Congregación está hoy en nuestras manos, como ayer estuvo en las manos de nuestros mayores. Este regalo de Dios, exige una profunda fidelidad de cada uno de sus miembros, fidelidad para estar vigilantes, y darnos en lo que somos y tenemos, multiplicando los talentos, para que la Comunidad siga viva, continuando los caminos que Dios nos va mostrando paso a paso en la misión. Bien lo expresaba el Santo a un misionero:
“Dios no se gobierna en sus obras según nuestras ideas y nuestros deseos. Tenemos que hacer que valgan todo lo posible los pocos talentos que ha puesto en nuestras manos sin preocuparnos de tener otros mayores o más extensos. Si somos fieles en lo poco, nos pondrá sobre lo mucho. Dejémosle obrar y encerrémonos en nuestra pequeñez. La compañía empezó sin que ni siquiera nosotros pensáramos en ella; se multiplicó únicamente por la bendición de Dios… Dios verá con agrado nuestro abandono y quedaremos en paz. El espíritu del mundo es revoltoso y le gusta hacerlo todo. Dejémosle. No nos empeñemos en seguir nuestros caminos, sino caminemos por los que Dios quiera señalarnos…. Ofrezcámonos a él para hacerlo todo y sufrirlo todo por su gloria y para edificación de su iglesia”.
Carta a un misionero. 2923. S.V.P.VII, 338
3. La Congregación es obra de la mano de Dios, que ha contado naturalmente con nuestros talentos. Aquí, podemos destacar un tercer elemento riquísimo, del legado del Fundador: la gran confianza en la Divina Providencia. Con memoria agradecida, ¿cómo olvidar su obra en el pasado glorioso que tenemos, su presencia continua en este tiempo presente, con tantas luces y no pocas sombras, y cómo desconfiar de su presencia en el mañana?
“Tengamos confianza en Dios, padres y hermanos míos, de forma total y perfecta y estemos seguros de que, si empezó su obra en nosotros, la llevará a feliz término (Flp.1,6). Pues ¿quién es el que ha fundado la compañía? … Ha sido Dios, su providencia paternal y su pura bondad. Por consiguiente, Dios es el que ha hecho todo esto, y por medio de las personas que ha juzgado convenientes, para que toda la gloria sea suya. Pongamos, pues, nuestra confianza en él; pues, si la ponemos en los hombres, o si nos apoyamos en alguna ventaja de la naturaleza o de la fortuna, entonces Dios se apartará de nosotros. Pero — dirá alguien _, hay que buscar amigos para uno mismo y para la compañía. Hermanos míos, guardémonos mucho de prestar oídos a este pensamiento, pues estaríamos equivocados. Busquemos solamente a Dios y él nos dará amigos y todo lo demás, de forma que no faltará nada (Sal.13,11) ¿Queréis saber por qué hemos fracasado en algunas tareas? Porque nos apoyábamos en nosotros mismos”.
S.V.P. XI, 731
Y desde aquí, unas líneas finales:
- El Papa Francisco en su reciente visita apostólica a Grecia, el 4 de diciembre pasado, en reunión con sus hermanos Jesuitas, entre otras cosas constató la creciente disminución y debilitamiento de la Compañía. Este bajón es “un dato en común a muchas órdenes y congregaciones religiosas. Tiene un significado y debemos preguntarnos cuál es. En definitiva, esta disminución no depende de nosotros. La vocación la manda el Señor”.
Y llegando a nosotros, miremos el pico más alto que hemos tenido en toda la historia: año 1966: éramos 6.284 misioneros en 539 casas…pero como la “Gran Compañía” hemos disminuido, hoy en el 2021, somos 3.396 misioneros en 492 casas. Cfr.www.catholic-hierarchy.org. Y aquí, comulgo con el Papa al afirmar que las vocaciones dependen de Dios, pero agrego que, entre otros factores un buen examen de cada uno de quienes formamos esta familia, nos ha de llevar a interrogarnos cuáles han sido las bondades, con las que hemos atraído a los jóvenes a la Compañía, o las falencias con las que hemos alejado las vocaciones que han llegado a nuestras casas.
- Una segunda reflexión me la ha inspirado nuestro Superior General emérito Robert Maloney, quien visitando a Taipei, Taiwan en noviembre de 1999 decía: “…en 1949, entonces teníamos cientos de misioneros en China, hoy tenemos menos de 50. Pero la historia nos enseña que el número no es lo más importante. En diferentes periodos cuando éramos relativamente pocos en número, produjimos un gran impacto a causa de la influencia ejercida por unos pocos bien preparados”.
Y yendo a la realidad de la provincia de Colombia, podemos basados en la historia, afirmar que nunca en más de 150 años de enraizamiento en nuestra tierra, hemos sido tantos como hoy. Y considero que, en otras regiones de la Comunidad, realidades como estas, se pueden dar hoy. Y viene el cuestionamiento, para orarlo ante el Señor y reflexionarlo entre nosotros: ¿Será que nos estamos quedando cortos ante el ardor y el celo de quienes nos precedieron en la senda misionera? ¿Somos tan entregados como ayer, al servicio de los pobres y a la evangelización del clero?
Para terminar, resumo así las reflexiones anteriores: la Congregación de la Misión salió de las manos del Señor, fue haciéndose árbol fecundo con su gracia y la fecundidad de los talentos de nuestros mayores, contando siempre con la confianza plena en la Divina Providencia. Sigamos la sentencia atribuida a San Agustín y a San Ignacio de Loyola, pero hoy con más certeza al jesuita húngaro, Gabriel Hevenesi (1656-1718): “Trabaja como si todo dependiera de Dios y trabaja como si todo dependiera de ti».
Y con la fuerza de la Palabra de Dios, que nos da San Pablo en Filipenses 3, 16, miremos siempre al futuro con fe segura, caridad solícita y esperanza alegre: “…Dios nos iluminará. De todas maneras, cualquiera sea el punto adonde hayamos llegado, sigamos por el mismo camino”.
Por P. Marlio Nasayó Liévano, CM,
Sacerdote de la Congregación de la Misión de la Provincia de Colombia, dedicado a la investigación y profundización en el carisma vicentino, sus varios artículos ayudan a actualizar la vida y la misión de los santos y beatos vicentinos.
Fuente: https://www.corazondepaul.org/
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