“Hagan lo que él les diga”
Is 62, 1-5; Sal 95; 1 Cor 12, 4-11; Jn 2, 1-11.
El relato de las bodas de Caná es sorprendente por lo siguiente: la primera intervención pública de Jesús, según el evangelista Juan, no tiene nada de religioso, no acontece en un lugar sagrado. Tiene lugar en una fiesta de bodas que podía haber terminado mal.
En este ambiente de fiesta y de convivencia, Jesús hizo su “primer signo”. Obsérvese que el evangelista Juan no habla de milagros sino de “signos”. ¿Por qué? Seguramente no quiere que sus lectores se queden en lo que puede haber de prodigioso en su actuación. Esto sería tanto como quedarse en la superficie de los hechos. Nos invita a que descubramos su significado más profundo.
Por aquí puede ir el sentido profundo de este signo: sabemos que, entre los campesinos de Galilea, el vino era el símbolo de la alegría y del amor. Si faltan la alegría y el amor, ¿en qué puede terminar la convivencia? Con este “signo”, Jesús nos indica la orientación de su vida entera y el contenido fundamental del Reino de Dios: mientras los dirigentes religiosos y los maestros de la ley se preocupan de la religión, es decir, de normas y obligaciones, Jesús se dedica a hacer más humana y más llevadera la vida de la gente.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Francisco Javier Álvarez Munguía C.M.
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