“Hijo, se te perdonan los pecados”
1 Sam 8, 4-7. 10-22; Sal 88; Mc 2, 1-12.
Aquel enfermo del relato buscaba en Jesús su sanación física. Sin embargo, Jesús comenzó perdonándole los pecados. ¿Por qué? En aquel tiempo se tenía la idea de que las enfermedades eran consecuencia de pecados cometidos. Esto significaba que un enfermo, además de su enfermedad, tenía que cargar con la humillación de ser visto como un pecador. Este es el motivo por el que Jesús comienza concediéndole el perdón, para devolverle su dignidad.
Los letrados acusan a Jesús de blasfemia cuando éste declara perdonados los pecados al paralítico.
¿Por qué? Los pecados en Israel los perdona sólo Dios, por medio del Sumo Sacerdote y mediante un sacrificio de expiación (cf. Deut 9, 18-25). Y Jesús era solo un laico, no podía perdonar los pecados.
Ahora bien, Jesús demuestra que puede perdonar los pecados, y lo hace curando materialmente al paralítico. Por lo tanto, la prueba de que se tiene poder para conceder perdón y conceder la gracia, no es el cargo que se tiene o la autoridad sagrada que le ha sido conferida. Según el Evangelio, tiene poder para perdonar pecados el que, de hecho, alivia sufrimientos y da vida. Dicho con otras palabras, Jesús seculariza el ritual del perdón de los pecados, al sacarlo del Templo y ponerlo en la bondad entre las personas.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Francisco Javier Álvarez Munguía C.M.
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