“Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres”
1 Sam 1, 1-8; Sal 115; Mc 1, 14-20.
Jesús se marchó a Galilea a comenzar su vida pública porque pensó que el Evangelio se contagia y se transmite mejor en ambientes marginales (Galilea) que en ambientes selectos (Jerusalén).
Su proyecto del Reino de Dios sintonizaba mucho mejor con los pobres de Galilea que con la gente instruida y poderosa de la capital. En efecto, Jesús no pretendía enseñar una doctrina, imponer unos mandamientos, organizar una institución de ceremonias religiosas; lo único que buscaba era poner en marcha el Reino de Dios. Ahora bien, este Reino consiste esencialmente en la defensa y en la integridad de la vida, mediante la creciente humanización de las personas, de los grupos humanos y de la sociedad.
Parte de ese proyecto era formar una comunidad en torno a Él. En este evangelio se nos presenta el primer núcleo de los llamados: dos pares de hermanos (Simón y Andrés, Santiago y Juan). Después vendrán otros hasta completar el número de 12. Fíjense en la fuerza del que llama, Jesús: los cuatro dejaron sus barcas y sus familias y se marcharon con él. Marcos, sin decirlo, está insinuando que aquella persona llamada Jesús de Nazaret era muy especial. Era Dios.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Francisco Javier Álvarez Munguía C.M.
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