En la ONU trabajamos con esperanza.
Esperamos con los embajadores de los países-miembros tomen en serio las preocupaciones que les llevamos sobre los problemas mayores que la humanidad confronta en este tiempo.
Los embajadores son los dueños de la ONU. Son la ONU. Sin ellos, casi nada sucede. Entonces esperamos que tomen seriamente nuestras ideas y recomendaciones y pongan carne a sus palabras y documentos con compromisos concretos. Esperamos que después hagan esfuerzos para que sus gobiernos cumplen los compromisos, buscando el Bien Común y no solo los intereses nacionales.
Y esperamos que el proceso dentro de la ONU—complejo y lentísimo—permita la adopción de políticas alineadas con la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la mantra “no dejar a nadie atrás.”
Hay que recordar que los NGOs (Organizaciones no gubernamentales) no persiguen los intereses particulares de algún país sino los intereses de los empobrecidos y sufrientes del mundo, preocupaciones por el Pueblo y la Planeta, por el elusivo Bien Común.
Tomemos un ejemplo actual. La Familia Vicentina de cinco NGOs, con la inspiración inicial de la Alianza FamVin por los sin casa y con el apoyo significativo constante de otros colegas, trabajaron desde 2017 para que la ONU declare la falta de techo un asunto importante en sí, no solo un otro índice de pobreza, que merece consideración globalmente. Después de mucha discusión y un sinnúmero de ediciones en la declaración, el éxito llegó en noviembre cuando el tercer comité lo aprobó. Un esfuerzo de cuatro años!
Ahora viene el trabajo crítico: dando sentido real a la declaración dentro del calendario y procesos de la ONU, esperamos—ahí está la palabra otra vez—y en dando forma a las políticas de muchas naciones al respecto. Después de todo, como dice el Papa Francisco, la realidad es más importante que teoría.
También señala la necesidad de cambiar a nosotros mismos, nuestras perspectivas y modos de pensar, para ser “pensadores de sistemas,” viendo las conexiones entre los factores sociales que mantienen tanta gente en la pobreza y como resolver a un factor a su vez contribuye a resolver a otros, como la falta de techo y entonces asuntos de salud, educación y empleo.
Vicente de Paul trabajaba en esperanza cuando discernía la Providencia de Dios y a través de su planeación cuidadosa con sus esfuerzos extraordinarios de Caridad cuando expandía el número de los necesitados.
Hay dichos muy bonitos sobre la esperanza. Un líder cristiano dice “la esperanza es creer a pesar de la evidencia y mirar que la evidencia cambia.” Y decimos que la esperanza es lo último que se muere.
Y es un momento propicio para hablar de esperanza. Hace poco murió Desmond Tutu, el clérigo de Sur África y ganador del Premio Nobel de la Paz, quien trabajaba sin descanso para eliminar el apartheid. El se llamaba “prisionero de la esperanza.”
Sin embargo quizás en todo esto hay algo más que esperanza. El autor E.B. White observa los últimos días de su esposa. Ella supo que no tenía mucho tiempo, pero allí estuvo en su jardín sembrando semillas en el suelo negro “debajo del cielo oscuro en un octubre muriendo, con calma sembrando resurrección.”
Que todos nuestros ministerios vicentinos miren el cambio de la evidencia mientras sembramos semillas de resurrección!
Jim Claffey,
representante de la CM ante la ONU
www.congregationofthemssion-un-ngo.com
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