El año 2021 finaliza, marcado por el dolor y las muertes causadas por la pandemia y la llegada de la vacuna, con la esperanza de días mejores, a pesar de la oposición del gobierno federal de Brasil. Llega 2022, todavía bajo la amenaza de nuevas variantes del virus, pero con una esperanza renovada, llena de llamamientos para afrontar los retos de estos tiempos de crisis.
El nuevo año inicia marcado por la crisis de la pandemia, que pone de manifiesto los múltiples virus presentes en las relaciones humanas, en las políticas ultraliberales, en la actual cultura de la indiferencia y en las estructuras de vida dominantes en la actualidad. La pandemia nos ofrece una visión más amplia de las crisis sociales, políticas y económicas, que agravan la situación de inseguridad y vulnerabilidad social y aumentan la desigualdad social, afectando fuertemente a los más pobres.
Brasil, nuestro país, se ha vuelto más desigual, más enfermo, más hambriento, más triste. A finales de 2019, Brasil fue señalado como el séptimo país más desigual del mundo, sólo por detrás de las naciones africanas y con 51,7 millones de brasileños por debajo del umbral de la pobreza. Con el peso de la crisis económica y con la Covid, las cifras se han disparado: el desempleo alcanza a más de 14 millones de brasileños, la inflación supera el 10% y más de 19 millones de brasileños pasan hambre… La población está cada vez más empobrecida y los programas sociales son cada vez más exiguos.
Estos simples datos revelan el panorama sombrío, sufrido y desafiante del año que comienza. La crisis está ahí y afecta fuertemente a todos, en todos los aspectos personales y sociales de nuestras vidas. La crisis sacude, trae sufrimiento e incluso miedo, pero no es el momento del desánimo, ni de la resignación, la pasividad o la huida. «Donde está el peligro, crece lo que nos salva» (F. Holderlin).
¡El cielo está estrellado! Desde la fe, vislumbramos radiante y esperanzada la «Estrella de la mañana, Cristo Jesús, sol de justicia, luz del mundo, que viene a disipar las densas tinieblas y a iluminar nuestras almas» (Himno luterano). Con el papa Francisco podemos decir que ninguna crisis es total y definitiva, siempre hay una salida. «Cuando se pone a prueba el corazón de las personas, éstas se dan cuenta de lo que les frenaba. También sienten la presencia del Señor que es fiel y responde al clamor del pueblo. El encuentro que se produce nos presenta la posibilidad de un futuro mejor». «¡Atrevámonos a soñar!»
El Año Nuevo viene cargado de desafíos, es una oportunidad para abrir los ojos y el corazón, dejando que el sufrimiento que nos rodea nos penetre y así poder escuchar la voz del Espíritu que habla, renueva y convoca para transformar el «valle de aridez» de nuestras vidas, de nuestro país y del mundo en «tierra fértil», «cuyos caminos están llenos de abundancia» (Sal 65). Con San Vicente de Paúl, «el místico de los ojos abiertos», contemplemos la presencia de la «estrella» de Jesús que vino a nosotros en la persona de un pobre, y renovemos nuestra fe: «no podemos garantizar mejor nuestra felicidad que viviendo y muriendo al servicio de los pobres, poniéndonos en brazos de la Divina Providencia y en total abnegación, para seguir a Jesucristo».
El año 2022 está marcado por el cuidado continuo ante el nuevo coronavirus, pero sobre todo por la llamada a una búsqueda vigilante y decidida para combatir los virus del egoísmo, la violencia, la injusticia y el mal que infectan los sentimientos, las actitudes y las estructuras personales y sociales y generan la terrible pandemia de la desigualdad social, que hiere violentamente la dignidad de los hijos e hijas de Dios. En la escucha atenta y compasiva de los gritos de los pobres, transformados en acciones efectivas de solidaridad y caridad, ¡¡¡tengamos un feliz y bendecido Año Nuevo!!!
Entreguémonos a Dios, señores míos, para que nos conceda la gracia de mantenernos firmes. Resistamos sin fisuras, hermanos míos, resistamos por amor a Dios. Él será fiel a sus promesas… Permanezcamos en el ámbito de nuestra vocación. (…) Somos para Él y no para nosotros mismos. Si aumentamos nuestro trabajo, Él también aumentará nuestras fuerzas» (San Vicente de Paúl).
P. Eli Chaves, C.M.
Fuente: http://ssvpbrasil.org.br/
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