“Todos los odiarán por causa mía…”
Dn 5, 1-6. 13-14. 16-17. 23-28; Dn 3; Lc 21, 12-19.
Hoy vemos en el evangelio que el discípulo no es más que el maestro: seremos odiados por causa del nombre de Jesús, y si el Señor fue signo de contradicción, necesariamente lo seremos nosotros, sus discípulos.
Por tanto, tenemos que perseverar para que nuestro testimonio sea claro y sólido. Tengamos presente que la perseverancia confiere libertad al otorgar la posesión de sí mismo mediante el amor. Es la fuerza del amor lo que nos da a cada uno la paciente y gozosa aceptación de la voluntad de Dios.
Quien entendió mejor que nadie esta verdad salvadora, fue nuestra madre Santísima; ella nos ayudará también a nosotros a comprender lo que el Señor nos pide a cada uno de nosotros en nuestra vida, en nuestra vocación, nuestro servicio, nuestras actividades diarias.
Pidamos al Señor nos permita seguirle a pesar de las críticas que podamos escuchar. Que nuestro deseo por seguirlo siempre sea mayor que los obstáculos que encontramos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Seminaristas del Seminario Vicentino de Tlalpan, Ciudad de México
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