Un viento suave y reconfortante
que te entrega su calidez
y su fresco aroma,
en un momento inesperado.
La palabra que no pediste
pero que necesitabas escuchar;
aunque a veces quisieras callarla,
porque no quieres reaccionar,
es la misma que te consuela
cuando necesitas aliento para llorar.
Ese silencio que aguarda
para escuchar,
tus pena, tus desencantos,
tus risas, tus alegrías, tus secretos
y lo que puedes pensar.
Esa mano que siempre está dispuesta
cuando quieres contar tus sueños,
enumerar tus defectos,
y ahogar tus frustraciones.
Esa voz que se interesa por cómo estás
sin importar el tiempo,
sin contar la distancia.
Esa voz a ciegas, suena
en el momento justo
que necesitas saber que hay alguien ahí,
aunque esa voz no supiera que la necesitas ahí.
Colores, olores, sabores, impresiones,
intensiones, desaires y andanzas,
momentos incontables
unidos a un abrazo
formado con mezclas de calores.
Sonrisas entrelazadas
con facciones que dan forma
al quehacer de la vida.
Rostros numerados que afectan,
que dan fuerza y acompañan
al corazón
por el lazo de la confianza
que parece insostenible;
pero no por eso menos fuerte.
Una mirada destellante
que te muestra el resplandeciente sol
que sale cada día
por el cual no puedes perder la fe,
la esperanza y la alegría.
Una mirada que a veces te confunde,
respuestas, preguntas y sinsabores,
sentimientos y mezclas de colores
en una gota de agua
que, a veces, la sed te hace beber,
confusiones inolvidables
que te hacen crecer.
Un abrazo de cariño y respeto
que te recuerda que debes valorar
y amar a tu familia cada día más,
pues ese abrazo le da fortaleza
a la vida;
pero tu familia es el pilar
de tu ser y tu vida.
Gotas de lluvia son las que estoy
contando; pero el mar es inmenso,
como lo son el corazón,
los ideales, la bondad
que Dios me entrega a través
de unos ángeles de la guarda
a los que llamo amigos.
Mis hermanos Vicentinos:
¡Gracias, Dios, por estar aqui!
Autora: Judith Melaine Guerra de Agreda
(SSVP El Salvador)
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