En el centro de los Misioneros Paúles de Salamanca (España), el recurso diocesano para personas con trastorno mental grave y en situación de exclusión social cumple cuatro años de trabajo, destacando este último el protagonismo de las personas. 169 personas han sido atendidas desde su comienzo. En este cuarto año han sido 75 el total de personas que han solicitado ayuda.
El Centro de día cubre cada mes sus 40 plazas, con una lista de espera que este año ha ido en aumento. “La ola de la salud mental ya ha llegado a nosotros. El mes de marzo atendimos a 49 personas. Este año se han producido 24 bajas, 5 de ellas terapéuticas, bien porque las personas han conseguido sus objetivos o bien porque han sido derivados a un recurso más adecuado a sus necesidades. La media de permanencia es de 15 meses, con lo que las personas realizan su propio proceso.” Explica Francisco Berbegal, coordinador del proyecto.
A lo largo de este año se ha atendido a 75 personas, con un aumento de más del 8% respecto a los años anteriores. Un 53% han sido hombres y un 47% mujeres, (aumentando el porcentaje de mujeres desde el 38% del año pasado) y de los cuales 55 son españoles.
De las personas atendidas, 38 de ellas estaban en situación sin hogar o exclusión social, y otras 10 en situación de vulnerabilidad por el aislamiento social; lo que alcanza el 68% (62% el año anterior).
Aumentan los problemas de ansiedad con la pandemia. Dice Francisco Berbegal: “Por la situación actual hemos atendido a diversas personas con ansiedad o en proceso de duelo, que no serían propiamente nuestro perfil; por lo que han sido atendidas en el Centro de día otras 22 personas, no estando en situación de exclusión. Hemos acompañado, también, a 12 familias.”
El primer año de Ranquines fue la confirmación de que un recurso de estas características era necesario en Salamanca; las cifras y el trabajo del segundo año nos hablaron de la consolidación del Centro de día; el año pasado estuvo marcado por la estabilidad en la participación y la resiliencia ante la situación de la pandemia, y este cuarto año podemos definirlo como el del protagonismo de las personas participantes, como explica el coordinador: “Ésta ha sido desde el comienzo una de nuestras líneas de trabajo. Poco a poco, de diversas maneras, hemos ido creando espacios de participación y favoreciendo el protagonismo de las personas, que realizan su propio proceso personal de recuperación. Este aumento de la participación y el protagonismo de las personas se ha concretado en dos logros.”
— El Grupo de Ayuda Mutua (GAM): varias de las personas que participaban en nuestro Centro por largo tiempo, y han realizado su proceso de recuperación, se han constituido en un GAM. Se reúnen semanalmente, con el objetivo de aprender colectivamente y brindarse apoyo de manera recíproca, al mismo tiempo que poder ser facilitadores de la incorporación de los nuevos participantes. Avance significativo en la toma de conciencia de la situación de cada persona y de implicación en la ayuda de otros.
— Los pisos de inserción: en años anteriores se insistía en las grandes dificultades de las personas con enfermedad mental para acceder a una vivienda. Como el Proyecto Ranquines todavía no está en disposición de avanzar en sus fases, la de creación de una mini-residencia y la de pisos supervisados, se ha organizado a los participantes para el alquiler de pisos entre varios de ellos, ofreciéndoles asesoramiento, acompañamiento e intermediación. Son viviendas normalizadas en la comunidad, en las que las personas viven con autonomía e independencia. Se acompaña a nueve personas que viven en tres pisos actualmente.
Francisco Berbegal hace balance de este tiempo, aunque corto, de muchos logros pero también de retos concretos de cara al futuro: “Nos preocupa la gran vulnerabilidad que manifiestan las mujeres que padecen un trastorno mental: el estigma, que provoca soledad y aislamiento; la menor credibilidad que se concede a su relato, la habitual ausencia de empleo y recursos económicos; las mayores probabilidades de situarse en relaciones desiguales debido a las mayores dificultades para establecer una pareja, que pueden generar relaciones inadecuadas; y la inadecuación de los servicios públicos a sus necesidades”.
El 48% de las mujeres atendidas en el primer año y el 35% en los dos años siguientes, habían sufrido algún tipo de violencia. La violencia hacia la mujer se está empezando a tratar, en los últimos años, con la importancia que tiene, y sabiendo que implica muchos ámbitos: educativo, judicial, trabajo social, sanitario, etc. Pero tiene una asignatura pendiente: tratar esta violencia cuando se ejerce contra mujeres con problemas de salud mental. Francisco Berbegal constata los escasos recursos en este aspecto: “Sobre todo, si padecen un trastorno mental. Cuánto más, cuando hay muchos recursos sociales que tienen entre sus criterios de exclusión para acceder, el trastorno mental. Lo que consideramos que es acoger el estigma de salud mental en el seno de la propia intervención social. En este sentido, dos de las profesionales del equipo están realizando un curso universitario de especialización sobre “Mujeres Rurales y Salud Mental”.”
Por otro lado, el segundo reto se enfoca hacia la extensión a las zonas rurales. “Tenemos la pronta intención de adquirir una furgoneta, que nos permita organizar el desplazamiento de algunas personas de los pueblos a nuestro Centro, así como la movilidad del equipo a realizar acompañamientos y actividades en diferentes lugares.”
Un año más agradecemos el apoyo recibido, los logros explicados anteriormente son gracias al compromiso de muchas personas, de las ocho entidades que lo forman, de las parroquias, congregaciones, cofradías, asociaciones y muchas personas particulares… También gracias a la coordinación cada vez más y mejor con las administraciones públicas y el Sacyl (Sanidad de Castilla y León), y a nuestros muchos voluntarios.
¡Gracias por parte de nuestra pequeña historia!
Fuente: http://misionerospaules.org/
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