“Descansa solo en Dios, alma mía”
Rom 2, 1-11; Sal 61; Lc 11, 42-46.
«Descuidan la justicia y el amor de Dios”, les dice hoy Jesús a los fariseos. Practicar el amor de Dios no nos llevará a puestos de honor, ni a santidades aparentes y huecas, ni a ser deshonestos, ni a dominar o humillar a otros desde cualquier tipo de poder que tengamos o decisión que tomemos. Practicar el amor de Dios pasa por hacer bien, ahí en “las afueras”, entre los heridos y pobres, curando nuestras miserias y tratando de ocuparnos también de quien nos necesite.
Cuando amamos a Dios cumplimos sus leyes con gusto y sentimos que nos liberan de la opresión de las malas tendencias y de la esclavitud de las pasiones; vivimos con la felicidad de quien ama y se siente amado.
San Agustín dice “ama y haz lo que quieras”. Es verdad que el amor no es sólo un sentimiento o una verdad teórica, ha de ser mostrado con obras y es mediante ellas que se manifiesta su autenticidad. Cuando queremos amar, muchas veces no podemos, podemos sentir que nuestras debilidades nos detienen, nos lo impiden, nos derrotan de antemano y así, se convierten en auténtico obstáculo para nuestras buenas obras.
Pidamos a Jesús que nos ayude a superar nuestras debilidades, para amar en libertad y con generosidad.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Guillermina Vergara Macip, AIC México
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