En el Reino de Cristo, ser grande es ser pequeño
Bar 4, 5-12; Sal 68; Mt 18, 1-5.
Para entrar en el Reino hace falta un pasaporte: ser pequeño. Ésta es la virtud que más nos acerca a Jesucristo. Él nos enseña en este evangelio que ser pequeño significa volver a ser niño; implica un cambio, recuperar cada día aquel tesoro que se va desgastando con los años.
Un niño tiene las manos pequeñas. Cuando sentimos que nuestras manos son pequeñas, que no podemos agarrarlo todo y manejar las circunstancias, ésta es la oportunidad para ser niños de nuevo, poniendo nuestra confianza en Dios.
No somos perfectos ni lo sabemos todo. ¡Cuántas veces cometemos errores, nos caemos o nos perdemos! Pero esta realidad no es un motivo para desanimarnos, todo lo contrario, saber que nos hemos perdido nos abre las puertas para descubrir que Dios nos busca. Cuando admitimos la caída con sencillez de niño, podemos alegrarnos, con inmensa gratitud, de que Dios está cerca y nos levanta. Al reconocer los propios límites nos damos cuenta que tenemos un Padre de amor y misericordia sin límites.
María, enséñanos a ser niños otra vez.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Guillermina Vergara Macip, AIC México
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