Evangelizar es transmitir la Buena Nueva, compartir las enseñanzas de Jesús, buscar el Reino de los cielos en la Palabra, entenderlo y pasar la voz. Es caminar guiando a otros a su propio descubrimiento de Dios.
Es la responsabilidad de lograr una coherencia para que los demás entiendan el amor de Dios en ellos viendo una muestra de ese amor en nosotros.
Trabajar con las familias es algo hermoso, es sembrar una semilla de amor que germina dentro de un hogar donde la transformación puede tocar a cada miembro y hacer la diferencia de vida.
Tratar de lograr ver la vida desde la mirada de Jesús, que sea el centro de la familia, de los juicios, del trabajo, de todo. Eso solo se logra a través de meditar el Evangelio semana a semana, y, trabajar con las familias es aterrizarlo a la vida propia.
Cuando se descubre el inmenso amor de Dios para nosotros, el alma queda saciada del hambre de cualquier amor humano que haya sido ansiado, porque no vuelve a haber soledad, la sensación es de plenitud y gozo.
El evangelizador debe ir conociendo poco a poco a su grupo, sus nombres, sus historias, saber escuchar lo que van compartiendo con la sensibilidad de detectar si alguien necesita especialmente de ayuda u oración. Para eso es importante ser amables, hacerles saber a las personas que lo que se platica entre ellas, entre ellas queda, de tal modo que puedan comentar algo que les preocupe y recibir algún consejo que pidan. Involucrarlas en los temas, hacerlas participar en la Lectio Divina, buscar formar un grupo de confianza y apoyo.
Cuando estamos con las mamás en las tardes de evangelización, mientras los niños están en la Catequesis, nos ponemos en oración, invocamos al Espíritu Santo y pasamos el rato haciendo la Lectio Divina para meditar el Evangelio.
Para hacer la Lectio Divina, debemos seguir cuatro pasos que son:
- Leer el Evangelio con atención para darnos cuenta qué dice, cuáles son los personajes, los diálogos, el contexto, los hechos, qué situación se vive de acuerdo al entono histórico, que acciones o ejemplos nos dice. Leer dos o varias veces si es necesario para entenderlo. Es lectura de comprensión.
- Meditar un rato sobre qué ME dice el Evangelio a mí en lo particular, ponerle nombre propio y escuchar a Jesús en forma personal, qué me quiere decir, que me aconseja, que me pide, que me comparte, qué se me mueve al leerlo, a quien me recuerda, etc. La oración es contemplativa, reflexiva.
- Es que nos decimos Jesús y yo, ya lo escuché en el paso dos, y ahora qué le respondo yo, aquí la oración es el diálogo. Qué le contesto a Jesús, qué le platico, que me deja el Evangelio, que nos decimos.
- El último paso me lleva a la acción, si ya entendí el mensaje, lo reflexioné y lo escuché, le respondí a Jesús, todo esto me debe llevar a realizar algún movimiento en mi vida, a qué me comprometo, qué voy a hacer con este Evangelio personal sino es hacerlo vida, y para eso se requiere un cambio, una acción.
Vayamos aterrizando el Evangelio a nuestra vida diaria y transmitiéndolo a los demás, seamos eternos evangelizadores, no importa si tenemos un grupo de Iglesia o es la familia y amigos.
Por Erika Warnholtz C.
Catequesis Especial Vicentina.
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