Una importante máxima de la tradición cristiana dice con sencillez: lex orandi, lex credendi, que puede traducirse como «La ley de orar es la ley de creer». De forma concisa, afirma la relación entre el culto y la fe. Además, funciona en ambos sentidos: nuestra oración influye en nuestra creencia, al igual que nuestra creencia influye en nuestra oración. Uno encuentra en este principio la justificación de nuestros recientes Santos Padres al colocar el nombre de José en las Plegarias Eucarísticas que empleamos en el Santo Sacrificio de la Misa.
El 13 de noviembre de 1962, el Papa Juan XXIII ordenó que se incluyera el nombre de San José en la primera Plegaria Eucarística (el Canon Romano). El Papa Benedicto XVI continuó esa línea de pensamiento; el Papa Francisco completó la intención autorizando la inserción del nombre de José en las Plegarias Eucarísticas II, III y IV mediante el decreto Paternas vices (1 de mayo de 2013).
Desde luego, parece muy apropiado que José se una a María en esta celebración cristiana tan central, y que se le designe como «su esposo.» En segundo lugar, situar a José en medio de nuestra oración expresa nuestro reconocimiento como figura importante en nuestra fe. A veces hablamos de San José como una figura oculta, pero ahora lo recordamos cada vez que partimos el pan como comunidad católica. ¡Qué apropiado!
Nuestra oración expresa nuestra fe, pero nuestra fe también dirige nuestra oración. Recordamos lo que creemos y celebramos en nuestro culto.
La máxima latina mencionada anteriormente también se expresa en una forma ligeramente más larga: lex orandi, lex credendi, lex vivendi: lo que rezamos y lo que creemos se expresa en nuestra vida. Por lo tanto, cuando incluimos a José en nuestra oración y confesamos nuestra creencia en su contribución a nuestra fe, resolvemos permitir que su ejemplo influya en nuestras vidas y pensamientos.
Uniéndose plenamente a los comienzos de los misterios de la salvación humana, [San José] se ha convertido en modelo ejemplar de la entrega humilde llevada a la perfección en la vida cristiana, y testimonio de las virtudes corrientes, sencillas y humanas, necesarias para que los hombres sean honestos y verdaderos seguidores de Cristo (Paternas vices).
La línea de influencia fluye de la oración a la fe y a la acción, pero también expresa eficazmente el reverso de esa corriente: nuestras acciones nos ayudan a expresar nuestra fe con más fuerza, y este deseo de creer más profundamente busca su articulación en nuestra oración.
En este año de San José, algunos de los elementos que le caracterizan -como la justicia, la obediencia y la protección- captan nuestra atención. Para que sean algo más que palabras al reflexionar sobre San José, podemos examinar nuestra propia actitud hacia estos valores. Podemos confiar en que José sigue ofreciéndonos su apoyo e intercesión para que nos esforcemos por ser el tipo de hombres y mujeres para los que las virtudes se convierten en algo más que simples palabras. Son expresiones de nuestra fe, buscadas en la oración.
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