Celosos se muestran Juan y Josué. Juan tiene celo del grupo al que ha dado Jesús el poder de echar demonios. Y Josué, de los presentes en la tienda para recibir parte del espíritu de Moisés.
Y se les da a conocer pronto a esos celosos que el celo no se ha de teñir de exclusivismo. Pues que sí, una cosa es el celo, y otra, el celo indiscreto que oculta el amor propio (RCCM XII:11).
Y el amor propio, a su vez, los lleva a los celosos en exceso a un rigor tambien en exceso. También los hace buscar utopías. Y si los demasiado celosos no logran las metas que están más allá de sus fuerzas, ¿no quedará apagada su fuego?
No nos cuesta, no, llegar a creer que se trata de nosostros, de nuestra afiliación, formación y habilidades. Y que, por éstas, todos se han de centrar en nosotros. Pero pensar así sería cometer «un robo» (SV.ES VII:250). Nos conviene, por lo tanto, que se nos aclare que los que cuentan son Dios y sus dones. Y que éstos no conocen límites ni fronteras, y que el celo, éste lo contagia Jesús (EG 266).
Y, sí, una cosa no se ha de perder de vista. A saber, profetizar todo el pueblo y recibir él el Espíritu vale más que ser de los profetas de modo público. Hacer milagros en nombre de Jesús cuenta más que ser de él de forma expresa. Y son de Cristo tanto los no reconocidos cristianos como los reconocidos que hacen lo que él.
Celosos y acogedores de todos
Los dones son para el bien de todos (1 Cor 12, 7). Se nos dan para que se haga más grande y acogedora la casa de Dios, por la escucha de la palabra, y libre de demonios. Pues quiere él que sea ella una casa de oración para todos (Is 56, 7; véase también Sal 86). Y que sobre ella se derrame el Espíritu que sopla donde quiere y rompe esquemas (Jl 3, 1; Jn 3, 8). Es por eso que profetizarán los hijos e hijas, soñarán sueños los ancianos y verán visiones los jóvenes.
También serán sabios los pastores para que lideren y sirvan con santidad y justicia (Sab 9, 3). El bien preparado confiará en Dios (SV.ES II:243). Y no se hinchará de la soberbia que aparta y hace caer a los débiles. Los reunirá y edificará, más bien, por el amor (1 Cor 8, 1; RCCM XII:8).
Y de todas las formas se les servirá a los pequeños con colaboración (SV.EN XI:393). Por ellos además se entregará el cuerpo y se derramará la sangre (SV.ES III:359). Del mismo modo que lo hace el justo que se calla ante los asesinos.
Señor Jesús, danos tu Espíritu que nos enseñe a hacer lo que decimos al llamar «Padre nuestro» a Dios. Haz que seamos celosos no solo del bien de la Iglesia o de nuestro grupo, sino de todos. Pues son ellos nuestros hermanos y hermanas.
26 Septiembre 2021
26º Domingo de T.O. (B)
Núm 11, 25-29; Stg 5, 1-6; Mc 9, 38-43. 45. 47-48
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