¡Ay, errante de mi grito!
Que la patria se estremece,
que la frontera no conoce,
que el corazón gime
y el silencio ya no calla.
¡Ay, viento sin fronteras
que en la tierra abierta marchas!
¿Cuántos ojos tú conoces
y en tu feroz ventisca no exclamas?
¿Cuántos siglos de tu marcha
que la tierra te aclama?
Tú, testigo de la injusticia,
que acompañas en las marchas
al pueblo que grita
su dolor en las entrañas
y el corrupto que lo calla.
¡Ay, Vicente de mi vida,
que tu marcha no se acaba!
Te has aliado con el viento
y a algún hermano has tocado,
dejando tu consuelo en cada patria
donde tu pueblo grita desesperado.
¡Ay, viento, que soplas tan fuerte!
Mira que el dolor estremece
esta patria sin fronteras
donde el dolor nos hermana.
¡Ay, Vicente de mi vida!
Con el viento lleva tu consuelo,
dale fuerza al corazón vicentino
que al hermano acompaña.
Tu palabra que toca,
tu fervor que se exclama.
¡Déjame ser consuelo
que al hermano en su pena acompaña!
Ayúdame a ser grito,
que el eslabón de las cadenas separa,
y el corrupto no lo acalla.
Ayúdame a entregar el amor
que a la injusticia aplaca
y, al que sufre inspira y sana.
Judith Melaine Guerra de Agreda
(SSVP El Salvador)
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