Desde la más tierna infancia, los cuentos nos han ayudado a entendernos a nosotros mismos y a vivir en este mundo.

¡Tantas historias!

¿Cuál es la historia que más te interesa?

A un nivel, la historia que más nos interesa es la propia, con sus giros y vueltas, sus altibajos. Por desgracia, muchos de nosotros nos detenemos en el nivel superior de nuestras historias. Puede que nunca lleguemos a comprender realmente nuestra propia historia. Nos pasamos toda la vida averiguándola. Lamentablemente, a veces pensamos que la nuestra es la única historia.

Hay muchas otras historias que conocemos y podemos contar. Cada uno de nuestros seres queridos tiene una historia. También los ricos y los famosos, los buenos y los malos. Están las historias de los olvidados o de los desconocidos e incluso las historias de todas las criaturas y, de hecho, de toda la creación…. que Dios nos dice que es buena. ¡Incluso Dios tiene una historia!

¿Has pensado alguna vez que todas estas historias como la historia de Dios?

El papa Francisco lo ha hecho. En Fratelli Tutti nos recuerda que todas nuestras historias están conectadas. En Laudato Si nos recuerda que todas nuestras historias están conectadas con todo lo que Dios ha creado.

Nuestra vocación como contadores de historias

El Papa Francisco nos recuerda que todos somos la historia de Dios

En la confusión de las voces y los mensajes que nos rodean, necesitamos una narración humana, que nos hable de nosotros y de la belleza que nos habita. Una narración que sepa mirar el mundo y los acontecimientos con ternura; que cuente nuestro ser parte de un tejido vivo; que revele el entrelazamiento de los hilos con los que estamos conectados unos con otros.

Y va más allá. Todos somos narradores de Dios. El Papa Francisco llama nuestra atención sobre las palabras casi poéticas de San Pablo.

«Vosotros sois una carta de Cristo entregada por nosotros, escrita no con tinta sino con el Espíritu del Dios vivo, no en tablas de piedra sino en tablas de corazones humanos» (2 Cor 3,3).

Cada uno de nosotros comparte, a su manera, la vocación de contar historias de los evangelistas y de toda una serie de autores bíblicos.

La especial vocación de los narradores vicencianos

Los vicencianos aceptan la vocación especial de contar la historia de Dios. La misión de los vicencianos es centrarse en las historias de los olvidados y marginados.

Nosotros, inspirados en el modelo de san Vicente, afirmamos estar en la herencia de Jesús para llevar la buena noticia (la historia del amor de Dios) a los pobres.

«Me ha enviado a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar libertad a los oprimidos…» Lucas 4:17 ss.

Al tratar de vivir este mandato, a veces olvidamos que esto no significa sólo hablar a la gente. Significa escuchar sus historias para que juntos podamos ver y entender sus historias individuales como parte de la historia de Dios. Este es el principio de todos los esfuerzos del cambio sistémico.

Los narradores son también muy buenos oyentes. Escuchar las historias de los demás nos ayuda a todos a entender su historia y a ver que su historia forma parte de la historia de Dios.

Escuchar sus historias les ayuda a contarlas. Nos sentimos santamente orgullosos de ser «la voz de los pobres». Pero también debemos ayudarles a contar su propia historia. Nunca debemos olvidar que ellos deben contar su propia historia. También estamos llamados a ayudarles a entender y contar su propia historia en su propio idioma.

Al escuchar sus historias, a menudo dolorosas, también podemos reconocer el rostro magullado y golpeado de Cristo hoy. Tal vez podamos reconocer nuestro papel como el de la Verónica cuando limpió la sangre del rostro de Jesús. Jesús puede dejarnos su impresión en nosotros.