“Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón”

2 Cor 11, 18. 21-30; Sal 33; Mt 6, 19-23.

«No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los destruyen…” Así comienza el evangelio de hoy. Y el Papa Francisco, hablando de esto, con su estilo característico, decía: ¿Cuándo han visto que, en un funeral, detrás de la carroza vayan los camiones de mudanzas llenos con todas las posesiones del difunto? Va la carroza sola con el féretro, todo lo demás se queda.

En la carroza va el cadáver de una persona que tal vez deja muchas cosas, pero ya nada es suyo. Pero al cortejo lo pueden seguir un montón de camiones invisibles cargados de otras cosas: bellos recuerdos del difunto en la memoria de muchos, actos de amor y de generosidad que muchos agradecen aún, actos de honradez, de respeto, de paciencia, de perdón… que influyeron en la vida de muchos y cambiaron su suerte; sonrisas, saludos, palabras de consuelo que el difunto ofreció en vida y que aún laten en muchos corazones conmovidos.

Esos son los tesoros que deberíamos acumular, dice Jesús, tesoros que ni la polilla ni el óxido podrán destruir, tesoros que siguen siendo valiosos porque iluminaron la vida de los demás.

¿Qué tesoros estás acumulando? ¿Qué camiones invisibles acompañarán tu cortejo fúnebre?

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón S. C.M.