“María guardaba todas estas cosas en su corazón”
2 Cor 5, 14-21; Sal 102; Lc 2, 41-51.
A veces las personas suelen tener un “cofre del tesoro”; una caja especial donde guardan pequeñas cosas con grandes recuerdos: una fotografía, una piedra, una pequeña medalla…
Cada cosa evoca una situación o una persona que hacen vibrar las fibras más hondas de nuestra ternura.
Pues María tenía también su “cofre del tesoro”. No era una caja especial, era su corazón. Ahí guardaba los recuerdos más especiales y deslumbrantes de su hijo Jesús; también los más desconcertantes. El evangelio nos menciona dos de esos momentos (cuando la adoración de los pastores, en Belén, y cuando el niño se perdió en Jerusalén), pero seguramente habría muchos más. María los guardaba en el corazón para saborearlos después, para seguirse deslumbrando con la gracia de acompañar el camino de su hijo, para preguntarle a Dios qué le pedía en medio de todo, para buscar la mejor manera de responderle a Dios, reafirmarle su “hágase según tu palabra”.
¿Tú, qué guardas en tu corazón? ¿Guardas las maravillas que hace Dios por ti? ¿Guardas las experiencias que te desconciertan para, luego, preguntarle al Señor qué es lo que quiere de ti?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón S. C.M.
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