La fiesta de Pentecostés es el día del Espíritu Santo. Dios Padre oye la petición de Jesús de mandarles a sus discípulos al paráclito, y les llega con toda su fuerza, los estremece, abre puertas y ventanas, se siente, se posa para hablar con ellos a partir de ese momento.
¿Qué es el Espíritu Santo? Es Dios mismo en su tercera persona, es su fuerza, su alma, su aliento, el soplo de Dios sobre nosotros si lo recibimos, viene desde dentro del Padre, trae todo su amor, por eso se traduce en luz, por eso es fuerte, por eso se representa como el fuego que enciende, ilumina, arrasa, es el calor que purifica las imperfecciones y puede caldear a los más fríos.
El Espíritu Santo es el alma del cuerpo de Cristo, da vida o reconstruye lo que sea y trae consigo a la caridad. Es creador de lo sobrenatural, es decir de la justicia, del amor, de la paz, la santidad, la serenidad, la fuerza interior. Los ornamentos de la Iglesia se visten de rojo para ese día.
Podemos sentir a este compañero de vida como una luz dentro de nosotros que nos da el entendimiento para conocer las cosas de Dios, que nos ayuda a tomar buenas y sabias decisiones y saber cómo actuar.
También sabemos que está con nosotros cuando sentimos el corazón lleno de amor verdadero. Solo Él puede quitarnos egoísmo y envidias, querer el bien para los demás y darnos el espíritu de servicio.
Otra manifestación del Espíritu Santo es que nuestra voluntad se vuelve fuerte, te hace valiente ante el miedo, puedes resistir tentaciones, abandonar los vicios, soportar las penas, empezar a vivir con hábitos buenos.
Los dones del Espíritu Santo solo hay que quererlos y pedirlos en oración para recibirlos, y son: Sabiduría, Fortaleza, Entendimiento, Ciencia, Temor de Dios, Consejo y Piedad.
Los frutos del Espíritu Santo son regalos que gozas, que puedes disfrutar en tu vida como consecuencia de vivir con sus dones y son: Caridad, Gozo, Paz, Paciencia, Longanimidad que es como serenidad para tomar las cosas con calma, Bondad, Fidelidad hacia Dios, Modestia, Castidad, Continencia para poder contenerme, controlarme, no abusar en el uso de lo que no necesito, Fé y Mansedumbre que es humildad y tranquilidad para soportar las penas sin quejarme.
Recibamos en este Domingo de Pentecostés al dulce huésped del alma que es recibir la Gracia misma de Dios con la disposición de vivir a través de las virtudes.
Por Erika Warnholtz,
Catequesis Especial Vicentina.
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