“Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya“
Hech 2, 1-11; Sal 103; 1 Cor 12, 3-7. 12-13; Jn 20, 19-23.
En la solemnidad de hoy celebramos la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles, el día de Pentecostés. Jesús resucitado aparece de forma misteriosa en medio de sus discípulos, que están encerrados y asustados; el miedo los atenaza y no les deja expresar los sentimientos que tienen, no deja que su corazón sea capaz de confiar y ponerse al servicio de la Palabra de Dios. Con este acontecimiento, para iniciar una nueva creación para toda la humanidad, Jesús, soplando sobre ellos, les dice: “reciban el Espíritu Santo”. La presencia de Jesús tiene un primer efecto: la alegría que llena de paz, que les permite ver la vida abierta al futuro, que es capaz de desatrancar puertas y ventanas para mirar al mundo con ojos confiados en el Dios que sigue guiando la historia.
Esta irrupción de Jesús nos llama a nosotros a tener las puertas abiertas y dejarlo entrar para, después, salir nosotros a compartir la alegría de que no estamos solos y tenemos una misión que cumplir.
En Pentecostés recibimos el regalo de la misión. Jesús resucitado nos da su misma misión y con su soplo nos introduce en un camino de renovación interior a través del perdón. No basta con poner parches en el mundo, solo el renacimiento desde dentro podrá abrazar la nueva creación.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jesús Arzate Macías C.M.
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