“El Señor verá a los justos con complacencia. Aleluya”
Hech 28, 16-20. 30-31; Sal 10; Jn 21, 20-25.
En la víspera de la venida del Espíritu Santo celebramos a una mujer que fue una hija obediente, esposa fiel, esposa maltratada, madre, viuda, religiosa, estigmatizada y santa incorrupta. La “santa de lo imposible” lo experimentó todo, pero llegó a la santidad porque en su corazón reinaba Jesucristo, y cuando Cristo reina en nosotros, todo lo podemos, convirtiéndonos en testigos del Evangelio, así como lo hizo también San Pablo en su recorrido misionero.
El Señor nos pide, en la última parte del evangelio de San Juan que escuchamos hoy, ser discretos, no andar con chismes ni especulaciones respecto a los demás. Nosotros nos tenemos que centrar y ocuparnos del seguimiento del Señor, confiando en Él y en nuestros hermanos.
No debemos perder tiempo en celos por lo que hacen los demás, comentando como Pedro: Señor, y éste, ¿qué? Jesús le respondió: Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú, sígueme. Él nos muestra el camino que debemos seguir, sin estar en pugna con los demás; somos parte de un mismo cuerpo y cada quien debe cumplir su función y dar testimonio, confiando sólo en el Señor.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jesús Arzate Macías C.M.
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