Jesús da a conocer el guiar de Dios a su rebaño, lo que sirve también de ejemplo para sus pastores.
Las gentes anhelaban al que las sacara del embrollo, al Mesías capaz de guiar al pueblo angustiado. Pero acabaron decepcionadas ellas. Pues no les gustó un Mesías sufriente.
Los cristianos de Juan, en cambio, no dan la espalda a Jesús, sino que lo abrazan. Pues ya creen que él es el Mesías, el Hijo de Dios, y que en su nombre tienen vida (Jn 20, 31). Y solo en su nombre.
En otras palabras, comprenden ellos lo de su pasión y muerte que antes les resultaba no creíble. Ya captan que la cruz y la gloria de Jesús no se pueden separar la una de la otra.
Por consiguiente, frente al embrollo que engendran las disensiones, acuden a Jesús esos cristianos. Confian, sí, en él. Conoce él el camino para superar la crisis. También les va a guiar para que avancen hacia la meta, que «el no avanzar es retroceder» (SV.ES II:107).
Y para que se avance hacia la gloria, se ha de saber que «la cruz no se negocia». Jesús, sí, levantado en la cruz, queda revelado «el que es» (Jn 8, 28); es uno con el que dijo: «Yo soy el que soy» (Éx 3, 14).
El guiar de Jesús y de sus verdaderos pastores
Por supuesto, el modo de guiar de Jesús no puede sino corresponder a su enseñanza. Enseña él que ha venido para servir y dar su vida en rescate por todos. Encarna él, además, esa enseñanza.
Así que para Jesús, guiar es dar la vida por las ovejas. Ama él a los demás más que a sí mismo; los toma por mejores, carísimos. Nadie los ama más que él (SV.ES XI:555). Es por eso que en momentos de peligro no los abandona ni huye para salvarse a sí mismo. Busca primero los intereses de los demás; pierde su vida para ganar la de ellos. Pero, claro, por perder, él gana (Mt 10, 39).
El asalariado, por su parte, se encierra en sus intereses. Nada más ver algún peligro, se huye él. Por más que se diga cristiano, tal jefe del pueblo, presidente, senador o obispo, no lo es. Le falta la empatía, y esto le delata pastor falso y divisivo.
Es que el guiar del buen pastor es también preocuparse de todas las ovejas, aun de las que no son del redil. Pero en particular de las enfermas y perdidas. Y esto supone que se conocen el pastor y las ovejas y hay unión entre ellas.
Por eso, los llamados a ser pastores han de responder a las angustias de los hombres (CD 13). Y tienen que cuidar de modo especial a «los pobres y a los débiles». Claro, deben ser «como los que sirven, pastores buenos que conocen a sus ovejas y son conocidos por ellas» (CD 16).
Señor Jesús, concédeles a los jefes del pueblo guiar como tú. Haz que sean sencillos de corazón, vacíos de toda doblez (SV.ES XI:463). Que puedan decir con sinceridad: «No busco lo vuestro, sino a vosotros; gastaré y me gastaré por vosotros» (2 Cor 12, 14. 15). Y amen hasta entregar sus cuerpos y derramar la sangre, y reflejen tu amor, el amor que nos tiene el Padre.
25 Abril 2021
4º Domingo de Pascua (B)
Hch 4, 8-12; 1 Jn 3, 1-2; Jn 10, 11-18
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