Mensaje de Pascua del P. Tomaž Mavrič, C.M.

por | Abr 12, 2021 | Formación, Reflexiones | 0 comentarios

Saludo de Pascua 2021, para la Familia Vicenciana, del Padre Tomaž Mavrič, CM Presidente del Comité Ejecutivo de la Familia Vicenciana:

Transcripción:

Queridos miembros de la Familia Vicentina y de todos los Movimientos Vicentinos.

Mi Cristo está roto, tu Cristo está roto, nuestro Cristo está roto.

Durante la Cuaresma intentamos entrar en dialogo con el Cristo roto, el Jesús sin piernas, brazos, con su rostro desfigurado, con su cuerpo lleno de heridas.

En la Biblia leemos:

«Por las heridas de Jesús fuimos salvados» .

«Fue por sus heridas, que hemos sido curados».

Las heridas por muy dolorosas y poco humanas que sean, pueden convertirse en un lugar privilegiado para nuestras propia sanación, para nuestro propio cambio interior, para nuestra propia conversión para nuestra propia salvación eterna.

Es a través de la experiencia de nuestras propias heridas y de las heridas de los demás, que entramos en una relación privilegiada con nosotros mismos, con los demás, con Jesús.

Jesús nos espera en nuestras propias heridas y en las de los demás, para transformarlas en un lugar de resurrección, del sufrimiento interior a la alegría interior, de las heridas interiores a la vida nueva.

Después de la propia resurrección de Jesús, Él invitó a la gente que estaba a su alrededor a mirar sus heridas curadas, las cicatrices que quedaron de los clavos en sus brazos y piernas, las cicatrices que quedaron de su corona de espinas, las cicatrices que quedaron en su rostro y cuerpo golpeados.

Jesús invita a la gente a tocarle, a convencerse de que no es un fantasma, sino que tiene carne y huesos.

Se trata de la resurrección, pero no sólo de la resurrección final en la eternidad, sino de nuestras resurrecciones cotidianas, día a día, que experimentamos desde un estado de sufrimiento y heridas profundas hasta un estado de libertad y alegría interior.

Las heridas, el sufrimiento interior con Jesús, se convierten con Jesús en el lugar privilegiado para encontrarnos con Jesús y ser curados, para resucitar día tras día y finalmente en la Eternidad.

Jesús nos repite una y otra vez:

No soy un fantasma.

Por favor, venid a ver que tengo carne y huesos.

Vean mis heridas resucitadas, para traerlos a Ti y a Ti y a Ti donde estoy, para siempre.

Les deseo abundantes bendiciones durante toda la Pascua.

¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!

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