Cuando hacemos ejercicio, necesitamos agua. Cuando damos un discurso, necesitamos agua. Cuando comemos, necesitamos agua. Cuando nos lavamos las manos, necesitamos agua. Cuando hace un día caluroso, necesitamos agua. El agua no sólo es parte importante de nuestras vidas, sino también un elemento esencial para la vida. Somos muy afortunados de tener acceso a agua limpia cada día cuando la necesitamos, pero algunos no son tan afortunados. De hecho, se calcula que 790 millones de personas (el 11% de la población mundial) no tienen acceso adecuado a un suministro de agua limpia.
El año pasado tuve la maravillosa oportunidad de visitar el Amazonas ecuatoriano, donde aprendí mucho sobre el poder y la influencia del agua. La Enciclopedia Británica estima que una quinta parte del agua corriente de la Tierra es transportada por el río Amazonas. Irónicamente, muchos de los pueblos indígenas que visité y que rodean el río Amazonas no tienen acceso a agua potable y muchos enferman de enfermedades transmitidas por el agua. Fue muy triste ver que muchos niños pequeños tenían que faltar a la escuela por dolor de estómago. Al principio me pregunté: si hay tanta agua aquí, ¿por qué no podemos encontrar una manera de filtrar el agua? Resulta que no es tan sencillo.
Tras un estudio más detallado del área, descubrí que había muchos proyectos mineros alrededor de los pueblos. Estos proyectos mineros causaron la deforestación que provocó desprendimientos de tierra que, a su vez, rompieron muchas de las bombas de filtración de agua de la zona. Jugando con los niños de las aldeas después de la escuela, noté una grieta en medio de la cancha de fútbol. «Es por ‘el movimiento'», me dijo una madre, refiriéndose al movimiento de tierra debido a los desprendimientos. Cuando llegué al pueblo de Yunganza, el sistema de filtración llevaba roto más de 6 meses, durante los cuales los niños seguían bebiendo de las fuentes de agua de la escuela, aunque se advirtió a todos los habitantes de la comunidad que debían hervir el agua. Esto me llevó a preguntarme por qué el gobierno no financia nuevos proyectos de filtración.
Alicia Vega, la presidenta de los asuntos relacionados con el agua en Yunganza, me dijo que habían pedido ayuda al gobierno, pero que los funcionarios le dijeron que simplemente hiciera las maletas y se fuera a otro lugar. Vega, una mujer indígena shuar, ha crecido en este pueblo, como todos sus antepasados. La zona está llena de hermosas cascadas que su comunidad considera sagradas, de petroglifos y antiguos dibujos shuar, de chamanes que conocen todas las plantas de la zona así como sus diversas funciones, de ancianos que sólo hablan la lengua shuar y de niños que han llegado a llamar a esta zona su hogar. La cultura y el patrimonio shuar se viven y celebran aquí, pero en lugar de invertir en la vibrante comunidad, el gobierno prefiere que todos se vayan para que los proyectos mineros puedan expandirse. Aunque la minería puede aportar beneficios económicos al país y oportunidades de trabajo a los aldeanos que viven en estas zonas remotas, lo hace a costa de la naturaleza y la salud.
A pesar de todos estos obstáculos, me inspiró la resiliencia de la comunidad shuar, que se reunió y superó las dificultades. Durante el tiempo que estuve allí, ayudé a la comunidad participando en una «Minga». La comunidad celebra muchas Mingas para protegerse mutuamente y mantenerse bien. Una Minga implica un sistema de trabajo colaborativo que se remonta a tiempos antiguos. Se refiere al compromiso, contrato o acuerdo de trabajo entre un grupo de personas. En esta Minga en particular, más de veinte miembros de la comunidad de todas las edades, desde adolescentes hasta ancianos, se apuntaron para reparar el sistema de filtración de agua. Cuando uno se apunta a una Minga, trabajará por turnos en un proyecto concreto y, en el futuro, si alguno de los que se apuntaron necesita ayuda con su propio proyecto, entonces el mismo grupo ayudará a la otra persona. De este modo, es como un plan de seguro comunitario. Cada día hacíamos una caminata de una hora por el Amazonas hasta la «tumba de agua», como la llamaban. Y cada día, nuestro grupo se sentía más esperanzado.
Al final de mi estancia, la tumba de agua estaba terminada y todos nos reuníamos para una comida tradicional shuar, acompañada de agua fresca. Hoy en día, muchos de nosotros nos dirigimos a nuestros frigoríficos, pulsamos un botón y el agua empieza a salir, pero no apareció allí sin más. Didica un momento a pensar en el tránsito del agua, la financiación de las tuberías, los trabajadores de mantenimiento que mantienen todo en funcionamiento. Cada vez que tomemos un sorbo de agua, imaginemos a nuestras propias abuelas caminando por el Amazonas para arreglar las tuberías para sus nietos. Imaginemos los esfuerzos comunitarios en todo el mundo centrados en llevar ese sorbo frío y refrescante a nuestros labios. Esta semana y todas las semanas, mientras celebramos el #DíaInternacionalDelAgua, seamos más conscientes de nuestra responsabilidad de limitar el desperdicio de agua, de financiar proyectos de agua sostenibles en todo el mundo y de apreciar lo que nos mantiene vivos.
Chloé Bergeron,
becaria de la ONG de la CM en la ONU
congregationofthemission-un-ngo.com
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