Alumbrar y dar gloria a hombres y mujeres

por | Mar 18, 2021 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús ha venido para alumbrar a las naciones y dar gloria a Israel (Lc 2, 32).  Por lo tanto, no puede él sino atraer a todos hacia sí.

Dicen los estudiosos que en los relatos de Mateo, Marcos y Lucas, se retrata Jesús como el Siervo Sufriente.  En Juan, en cambio, Jesús es de presentación señorial y divina.  Está él a cargo en absoluto de su destino.  Se presenta como un personaje que se ha de glorificar y que no puede sino alumbrar a los que lo rodean.

Pero nunca faltan excepciones a las reglas generales.  Pues Mateo, Marcos y Lucas hablan también de la autoridad que muestra Jesús como Maestro.  Asombra él, sí, a los que le ven enseñar y sanar.  Y lo proclaman una gran figura de la enseñanza sobre la ley y los profetas (Mt 7, 28-29; Mc 1, 22. 27; Lc 4, 32. 36).  Glorifican, por lo tanto, a Dios y a Jesús, que éste no los deja de alumbrar a ellos.

También hay excepción al retrato que a grandes rasgos pintan los estudiosos a base del relato de Juan.  Pues se nos cuenta que Jesús, agitado, pide al Padre que le libre de la muerte.  Al final, se mantiene Jesús fiel a su misión, y el Padre glorifica el nombre del Enviado.

Pero aclara Jesús que ha intervenido el Padre no por él, sino por nosotros.  Es que por él se nos va a alumbrar a nosotros, para que creamos en él.  Y no se ha de creer en cualquier Jesús, sino en él, el maldito en la cruz (Gal 3, 13).

No nos deja de alumbrar Jesús para que creamos de forma debida.

De hecho, él nos alumbra, pues nos da a conocer la paradoja de que su cruz es su gloria.  Que su sufrimiento, «a gritos y con lágrimas» lleva a la salvación de los demás.  Y resulta que cuesta poco entender la paradoja; basta con dejarnos alumbrar por el grano de trigo.  Lo que nos cuesta es vivir la paradoja.  Y en esto está el desafío que se nos plantea.

Se nos desafía, sí, a descubrir la verdadera grandeza, gloria, humanidad, en Jesús en la cruz.  Y se logra ese descubrir al ser, hacer y vivir uno como él (véase SV.ES XI:383) hasta el fin.  Es decir, hasta entregar uno el cuerpo y derramar la sangre.  Y todo esto lo concreta un poco más el pastor Sylvester Beaman.

Pero no solo se descubre en Jesús que cuelga de la cruz nuestra verdadera meta, sino también el juicio que nos corresponde.  Pues ante él queda claro lo hay que dentro de los corazones limpios, en los que queda escrita la ley, y de los corazones perversos.  A los de corazón perverso se les pondrá a la izquierda, mientras les tocará a los limpios de corazón colocarse a la derecha.

Y no, no es que Jesús juzgue, pues ha venido para salvar.  Es solo que lo que uno siembre, eso cosechará (Gal 6, 7-8; Prov 1, 31).  Queremos, desde luego, cosechar la vida eterna, pero, ¿procuramos sembrar en el Espíritu?

Señor Jesús, haz que nos dejemos alumbrar por tu cruz, para que podamos alumbrar también a los demás y guiarlos a ti.  Así haremos lo que tus apóstoles Felipe y Andrés.

21 Marzo 2021
Domingo 5º de Cuaresma (B)
Jer 31, 31-34; Heb 5, 7-9; Jn 12, 20-33

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