“Levántate, toma tu camilla y anda”
Ez 47, 1-9. 12; Sal 45; Jn 5, 1-16.
…Al instante el hombre quedó sano, tomó su camilla y empezó a caminar. ¡Pero aquel día era sábado! ¿Qué era más importante? ¿Que un hombre quedara libre de una larga enfermedad de 38 años o cumplir una ley que limita la movilidad humana en día sábado? ¿Romper la rutina de toda una vida, que va matando lentamente o no hacer nada para no romper el orden establecido, para no molestar a nadie?
Dios decidió desde toda la eternidad enviarnos a su propio Hijo para liberarnos de la esclavitud de la enfermedad y del pecado, aunque eso significara que alguien se molestara e, incluso, que dieran muerte a ese Hijo. Había decidido, también, que lo iba a resucitar para asegurar así que no existan ya cadenas que nos esclavicen y que nos impidan nuestro retorno al Cielo. Para asegurarse también que sigamos escuchando de Jesús esas mismas palabras:
¡Levántate, reconoce lo que te paraliza, y camina! Ahora estás sano, pero no vuelvas a pecar, no sea que te suceda algo peor.
Señor, gracias por tu amor y tu presencia que verdaderamente hace que nos sintamos como hijos tuyos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Adrián Acosta López C.M.
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