Cultivar relaciones humanas desde la caridad y con propósito de crecimiento mutuo es un reto mayor en estos días en los que constantemente nos hablan de distanciamiento social, abstenernos del contacto físico y mantener la burbuja familiar. Pero fuera de esa pequeña burbuja están vivas nuestras comunidades, que siguen esperando una voz de esperanza.
No se puede dar lo que no se tiene. La fraternidad y misericordia se vive desde dentro, desde el fondo de nuestras confraternidades, compuestas por hermanos de fe unidos por el carisma vicentino.
La voz de san Vicente de Paúl se levanta como antorcha para iluminar nuestra realidad tan actual ahora como en aquel entonces: “Después del soberano amor de Dios, la segunda cosa que Dios les pide es que se amen mutuamente como hermanas que Él unió con lazos de su amor”.
Nos habla no de un cariño «superficial» sino de lazos de amor. Un lazo de Amor semejante al amor paternal de Dios cuando nos dice: «Con lazos de ternura, con cuerdas de amor, los atraje hacia mí; los acerqué a mis mejillas como si fueran niños de pecho; me incliné a ellos para darles de comer” (Oseas 11,4).
A la luz de esta palabra, les propongo reflexionar 5 puntos a cultivar en nuestras comunidades para que sean testimonio al mundo de amor mutuo.
La escucha, lazo de amor: la escucha es de los gestos más tiernos y desinteresados que pueden darse al hermano. Una buena escucha requiere silencio interior para asumir lo que «el otro nos da». Requiere acallar nuestras voces que constantemente quieren aconsejar para ejercer el sencillo ejercicio de estar presentes. Para gestar comunidades llenas de un amor tierno y disponible es fundamental abrirnos al otro, dar nuestro tiempo y pedir al Espíritu Santo nos regale Amor de Dios para amar.
La fidelidad, cuerda de amor. Las cuerdas son fuertes, unen, sostienen. Un vínculo fiel, incondicional es fundamental para mantener una relación. La fidelidad no es propia de los esposos. Es cuidar el vínculo y valores que nos unen en nuestra confraternidad. Es no hablar mal del otro, no caer en la constante crítica. Es respetar a nuestros superiores y apoyarlos en la misión de extender el reino. Habiendo tanto por construir que las cuerdas de amor nos mantengan atados a nuestro «tercer hilo» que es Dios Padre.
Empatía, amor mutuo en acción. La empatía es el ejercicio de ponernos en el lugar del otro. Es acompañarlo en su sufrimiento, es accionar en su necesidad y quizás lo más difícil celebrar sus logros. ¿Y por qué lo más difícil? Muchas veces el ego nos hace pensar «que bueno soy cuando estoy ahí», alejándonos del amor genuino que nos impulsa a acercarnos al hermano. El ego se manifiesta en nuestras comunidades cuando a un hermano le va bien, cuando una comunidad realiza una obra y en vez de alegrarnos nos comparamos, cayendo en activismo.
Pero, ¿cómo saber?
Te regalo estas preguntas:
— Cuando te acercas a tu hermano en necesidad, ¿sientes el impulso de contarlo?
— Cuando ves, lees o escuchas sobre una misión de gran impacto ¿te alegras o de inmediato te excusas o culpas a otros de tu confraternidad por no haber alcanzado más logros?
Misericordia y acogida. No tengamos miedo a abrazarnos. Rompamos los estigmas de que estar cerca es síntoma de contagio. No es por contra lo que dicen las autoridades, es aprender nuevas formas de abrazar. Una mirada profunda, una llamada telefónica, dar nuestro tiempo, son las nuevas formas de acercar la mejilla del otro a la nuestra. Y si vivimos en la misma burbuja: ¡abracemos! Y al abrazar demos la bendición en el nombre de Dios.
Caridad en movimiento: dar de comer. Toda la vida de san Vicente de Paúl es el servicio a los Pobres. Con esta pandemia hay nuevos pobres materiales y pobres de espíritu. Muchas personas han perdido trabajos y la caridad en acción hace la diferencia de tener un plato de comida en la mesa o ir a la cama sin dormir.
Hace un mes todos en mi casa quedamos contagiados de Covid. En medio de nuestra enfermedad no dejamos de dar gracias por la Divina Providencia manifestada en constantes gestos de amor. Las llamadas constantes y las cadenas de oración nos llenaron de ternura y ánimo. Fuera de casa, casi a diario llegaron muestras de amor en acción: medicinas, bolsas con comida y hasta comida preparada que llegó justo cuando el malestar estaba en su punto más fuerte. Muchos padecen soledad porque el miedo al virus es la nueva lepra del corazón. Como Vicentinos, tenemos mucho amor que dar a aquellos que por estar enfermos y en cuarentena no pueden salir ni por lo básico. Mucho más si es a hermanos vicentinos ¿estamos dispuestos a dar un amor más allá del temor?
También hay un nuevo tipo de pobreza producto del miedo. Pobres que necesitan una palabra de aliento y esperanza. Si la cuerda de amistad entre hermanos de confraternidad la unimos al amor de Dios, se manifestará en actos de caridad a favor de aquellos que sufren. Una hermandad con propósito de servicio al hermano es el más puro reflejo del carisma vicentino a esta sociedad.
En estas fechas de «Amor y Amistad» que los lazos tiernos, fieles, misericordiosos y serviciales sean el sello que nos distinga y le dé sentido a todo nuestro actuar a imagen y ejemplo de san Vicente de Paúl.
Como vicentino, ¿Cómo cultivas los lazos de amor en tu comunidad?
¡Te leemos para crecer contigo!
Dalys Fernández,
Panamá.
Viviendo la fraternidad como la comunidad de los Hechos de los Apóstoles.