Manos extendidas a los cuarentenados

por | Feb 11, 2021 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús extiende la mano a los cuarentenados, marginados, excluidos, impuros.  A ellos les han de extender también las manos los discípulos.

La ley prescribe la cuarentena para los con lepra que se puede referir a una erupción cutánea.  Y no se les puede tocar a ellos con las manos.

¿Busca la ley proteger al pueblo del contagio?  Esto es el motivo de la cuarenta y el distanciamiento social de hoy día.  Si bien no faltan los que en nombre de la libertad se resisten a tales medidas (Papa Francisco).

O, ¿es que se preocupan los sacerdotes más de la pureza ritual que del contagio?  Es de esperar que los que sirven en el altar no conviertan el culto en ídolo o «ideología», como lo llama el Papa.

Pero en cualquier caso, Jesús no guarda la letra de la ley.  Pues extiende él la mano al que le acaba de decir:  «Si quieres, puedes limpiarme», y lo toca.

El que suplica de rodillas demuestra, sí, no solo humildad, sino también fe grande y esperanza confiada.  Puede ser que por su aflicción haya conocido él el caos.  De éste no se pueden prescindir los que anhelan la comunidad.

Pero, ¿por qué hay tal fe y tal esperanza?  No cabe duda que las ha despertado el amor del que cura a los enfermos y expulsa a los demonios.

A los desechables e impuros les han de extender también las manos los discípulos.

Por supuesto, yo no sano ni a los enfermos ni a los poseídos.  No soy uno de los que a los cuales se les señala por las grandes obras de sus manos.

Pero, sí, yo y todos los cristianos podemos extender las manos a los que muchos toman por desechables e impuros.  Es que Dios nos ha amado primero; nos envió a su Hijo y éste se entregó en manos de los verdugos.

Por lo tanto, se nos capacita a nosotros para amar por el Espíritu Santo.  Pues por él, Dios ha derramado su amor en nuestros corazones.  Es otra forma de decir que Dios confía en nuestras manos su amor.

Nuestro amor, pues, ha de dar a conocer que quiere Dios, sí, que todos se salven.  Que quiere Jesús que queden limpios los impuros, aun a riesgo de se quede él fuera, en descampado.  Pero allí se ora y se ayuna.  Y se ayuda también, pues aun allí van los pobres que piden comida o limosna.

En la vida mortal de Jesús, sus manos eran las de Dios.  Ahora que ha subido él al cielo, no tiene manos sino las nuestras (santa Teresa de Jesús).  Y según Simone Weil, solo hace Dios lo que no podemos.  Pues confía él en nuestras manos lo que podemos hacer.  Más razón tenemos, entonces, para darles la mano a los pobres.

Señor Jesús, te damos todo el amor de nuestro corazón, el anhelo de nuestro espíritu y la obra de nuestras manos (veáse SV.ES VIII:52). Haz que formemos un solo cuerpo, sin que se excluya a nadie.  Pues participamos de un solo pan y bendecimos la misma copa.

14 Febrero 2021
6º Domingo de T.O. (B)
Lev 13, 1-2. 44-46; 1 Cor 10, 3 – 11, 1; Mc 1, 40-45

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