“Muéstranos, señor, tu misericordia”
Is 61, 1-2, 10-11; Lc 1, 1; 1 Tes 5, 16-24; Jn 1, 6-8. 19-28.
Volvemos a encontrar la invitación de la “voz que clama en el desierto”: Conviértanse, vuelvan al plan original de Dios para cada uno de ustedes.
La liturgia nos ofrece una vez más el testimonio de Juan el Bautista, sus acciones y actitudes, para ayudarnos a reconocer detrás de él, a quien es más importante: “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, el Hijo amado de
Dios, aquel que nos mostrará cómo vive quien deja que el Espíritu de Dios actúe en Él, Jesucristo el Señor, de quien el mismo Juan dice, “yo ni siquiera soy digno de atarle las correas de sus sandalias”.
¡Cuánto tenemos que aprender de Juan el Bautista para que Cristo crezca y disminuyamos nosotros, que lo anunciamos!
Hoy sería muy bueno evaluar qué tanto de lo que yo quiero ser y vivir se parece un poquito a lo que Jesucristo, el Señor, fue (es) y vivió, y si mi actitud ante la vida y las relaciones humanas tiene como modelo la actitud que Cristo mostró ante las demás personas y ante las diversas situaciones de vida. Pidamos, pues, al Señor que nos conceda querer vivir como ha vivido Él.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Erick Fernando Martínez Benavides C.M.
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