Novena a la Virgen Milagrosa 2020: día 6

por | Nov 23, 2020 | Asociación de la Medalla Milagrosa, Formación, Reflexiones | 0 comentarios

Oración:

Padre de misericordia, que en tu Hijo Jesucristo nos has enseñado el amor a la humanidad, a todos nuestros hermanos, haz que avancemos juntos hacia tu Reino y nos veamos liberados de las ataduras y las esclavitudes del pecado. Concédenos la gracia de caminar siempre por los senderos de la caridad y del amor, ayudados por la fuerza del Espíritu Santo que movió a tantos discípulos a entregar la vida por el Evangelio. Que podamos algún día ser piedras vivas en la Iglesia misionera y universal.

Te pedimos que, a través de la meditación de tu Palabra y orando con fe esta novena, podamos abrir nuestro corazón a la gracia de la conversión; y quienes portamos la Medalla Milagrosa, seamos verdaderos discípulos y testigos de Cristo Resucitado para superar las contrariedades del mundo y llevar a otros la esperanza y la paz. Amén.

Padrenuestro.

Gloria.

Oración a la Virgen María:

¡Madre de nuestro Pueblo! La dulzura de tu mirada nos acompañe en esta novena que dirigimos en tu honor bajo la advocación de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. Que todos podamos redescubrir la alegría de ser hijos de Dios.

Queremos recibir de tus manos prodigiosas esos rayos de misericordia infinita que tú derramas sobre nosotros; ser nuevos y verdaderos discípulos capaces de comunicar a otros el mensaje liberador de Nuestro Señor Jesucristo. Ayúdanos a encarnar el Reino de Dios para hacerlo vida en medio de nuestra comunidad y de nuestra familia. Tú has asimilado con amor la Misión del Padre y nosotros queremos salir contigo al encuentro de los pobres y de los que sufren; queremos ser para los demás, rostro de madre que ama, cuida, contempla y enseña. Amén

– Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti. Dios te salve María…

Gozos:

Respuesta: puede ser el estribillo de una canción o la jaculatoria (Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que acudimos a ti.)

Madre Milagrosa, de ternura y compasión
que haciendo historia de salvación
vas caminando siempre con tu pueblo
que a ti clama en la aflicción.

En mil ochocientos treinta,
en Francia, Calle del Bac,
auna pobre novicia,
la virgen santa se apareció.
Eran vísperas de San Vicente,
noche silenciosa de julio,
cuando la Madre dejó su trono
y en una pequeña capilla se presentó.

Siendo la media noche
un Ángel se apareció
para darle un anuncio
de parte de la Madre de Dios.
Las luces se iban prendiendo,
las puertas se iban abriendo
y al llegar a la capilla la hermana ansiosa la esperó.

La voz del cielo anunciaba
que la madre llegó.
La sede sacerdotal
con humildad ella ocupó.
La hermana Catalina
sus manos colocó
en las piernas de la Madre
y misión ella le encomendó.

En una mañana de noviembre
los sentidos no lo percibieron
pero un corazón atento
nuevamente a la Madre observó;
las insignias de la medalla
que Catalina vio, se han convertido
en fuente de milagro y amor.

“Haz acuñar una medalla”,
la Virgen le pidió
para ser portada por los fieles
con gran devoción.
Madre Santa, tu gran Medalla
es emblema de tu amor,
hoy nosotros la portamos
en señal de filiación.

Sea por Jesús, sea por María,
sea por el ejemplo de los santos que nos guían.
Y que por la Medalla Milagrosa
alcancemos la gracia de convertir
nuestros dolores en alegrías.

SEXTO DÍA

La Virgen y la Iglesia al lado de los perseguidos

Frase: “Con la Virgen al pie de la Cruz, acompañando a nuestros pueblos crucificados con Cristo”

Signo: La Cruz, acompañada de varios letreros que digan: “Xenofobia” “Guerra” “Racismo” “Exclusión” entre otros.

Comentario inicial: Queridos hermanos y hermanas, hace unos días hablábamos de la Iglesia perseguida, hoy hablamos de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su raza, lengua, nación, etc. La Iglesia siempre se ha mostrado gozosa estando del lado de nuestros hermanos que sufren sin importar ni siquiera su credo. Que hoy con María reconozcamos esa misión que traspasa fronteras.

Llamados a pedir perdón:

  • Perdona nuestras ofensas en las veces en que hemos justificado la persecución de los pobres y los que sufren.
  • Perdona nuestras ofensas en los momentos en que hemos sido lágrima y dolor para nuestros hermanos.
  • Perdona nuestras ofensas cuando, por creernos mejores y superiores, aplastamos con nuestra soberbia y ensordecemos con nuestros gritos a quienes humildemente y de corazón sirven a Dios.

Lectura del Texto Bíblico: Apocalipsis 7, 4. 9-12

“Y oí el número de los marcados con el sello: ciento cuarenta y cuatro mil sellados, de todas las tribus de los hijos de Israel. Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritan con fuerte voz: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero». Y todos los Ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios diciendo: «Amén. Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén».

Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

Llamados a dar gracias:

  • Te alabamos, Padre, porque has dado a tu Iglesia misioneros aguerridos que han luchado contra la injusticia, la represión y la desigualdad social.
  • Te alabamos, Padre, porque tu Iglesia, a través de la historia, ha acompañado a los marginados y perseguidos de la sociedad. Permítenos, Padre, que a ejemplo de la Virgen María podamos seguir llevando esperanza a este mundo tan deshumanizado.
  • Te alabamos, Padre, porque en tu infinita misericordia nos has dado a tu Hijo Jesucristo, concédenos por su ejemplo, ser valientes defensores de los Derechos Humanos.

Reflexión:

En el respaldo de la Medalla Milagrosa encontramos, en todo el centro, la Cruz, que evoca la misión de nuestro Señor Jesucristo, que, por ser un signo profético en medio de la dureza de los corazones de los poderosos, fue llevado al suplicio de la cruz.

En la cruz aún permanecen muchos hombres y mujeres que son sometidos a muchas injurias y a crueles torturas por la intolerancia y el odio de un puñado de personas que creen que todo se soluciona con la violencia y la muerte.

Pero hay cruz incluso en nuestros hogares, cuando las mujeres, los niños y hoy también algunos hombres son víctimas de violencia por los de su propia casa. Traemos a la memoria a tantos hermanos nuestros que padecen la miseria y el hambre. En la Medalla Milagrosa vemos la cruz estrechamente unida a la M de María que representa la compañía de la Iglesia a aquellas personas que sufren.

La cruz fue el signo usado por el Imperio Romano para dominar y mostrar el grado de crueldad y deshumanización con el que se buscaba la “Pax Romana”, y que nos dice hoy a nosotros que ningún instrumento de violencia engendra paz, por el contrario, la muerte lleva a la muerte y la violencia a la violencia. Sólo adoptando la cruz, como lo hizo nuestro Señor, somos capaces de convertir esas realidades de muerte en signo de Resurrección. La cruz es para los cristianos la invitación gozosa a dar la vida por el Señor, pero también el signo de la victoria de los hijos de Dios que lavan sus vestiduras en la sangre del Cordero.

Llamados a suplicar a Dios:

  1. Por los perseguidos a causa de la justicia para que encuentren en Jesús la fortaleza para perseverar y, bajo el amparo de la Virgen María, continúen haciendo el bien.
  2. Por la Iglesia, para que acoja a las personas que sufren por la enfermedad, la marginación social, el desempleo y la desesperanza, y sea como una tienda de campaña que reconforta a los oprimidos.
  3. Señor, regálanos el don de la solidaridad para hacer frente a esta dura situación de la pandemia, y que como cristianos demos ejemplo de cuidado del otro, de responsabilidad social y de asistencia a los enfermos.

Oración a la Virgen Milagrosa:

Virgen Inmaculada de la Medalla Milagrosa, que te manifestaste a Santa Catalina Labouré como mediadora de todas las gracias, atiende a mi plegaria.

En tus manos maternales dejo todos mis intereses espirituales y temporales, y te confío en particular la gracia que me atrevo a implorar de tu bondad, para que la encomiendes a tu divino Hijo y le ruegues concedérmela, si es conforme a su voluntad y ha de ser para bien de mi alma.

Eleva tus manos al Señor y vuélvelas luego hacia mí, Virgen poderosa; envuélveme en los rayos de tu gracia, para que a la luz y al calor de esos rayos me vaya desapegando de las cosas terrenas y pueda marchar con gozo en tu seguimiento, hasta el día en que bondadosa me acojas a las puertas del cielo. Amén.

Descargar la Novena completa pulsando sobre la siguiente imagen:

Fuente: https://www.corazondepaul.org/

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