Jesús nos comparte su unción y su misión de llevar la Buena Nueva a los pobres. Le encarga a cada uno tareas según su capacidad.
Por la gracia de Dios, tenemos la capacidad de creer en Jesús. Pero cuando venga al cabo de mucho tiempo, ¿encontrará él esta fe en la tierra?
¿Mantendremos esta capacidad los que llevamos muchos años en vela de la venida del Salvador? O, ¿cejaremos decepcionados que, por esperar, se nos haya arrebatado la felicidad del presente? Y, ¿no se nos enfriará a nosotros el amor frente a tantas pruebas, miserias y crisis?
Se debe a tales interrogantes que se nos urge hoy a llevar a cabo nuestras posibilidades. Nos toca, sí, añadir a los bienes que Jesús nos encarga según nuestra capacidad. Es decir, avivar la fe, la esperanza y el amor quiere decir negociar con los bienes de Jesús.
Y negociar se puede referir a la «“salida” que Dios quiere provocar en los creyentes» (EG 20). Pues se nos llama a salir de la propia comodidad. Se nos reta a la vez a atrevernos «a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio».
Capacidad, disponibilidad y valor para tomar riesgos y ser inventivo
Claro, tal salida quiere decir riesgos. Es que podemos acabar accidentados, heridos y manchados (EG 49; véanse también 45 y 88). Pero es mejor arriesgarse así uno que estar enfermo «por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades». Uno no ha de ser como los caracoles que se encierran en su concha (SV.ES XI:397).
Con razón, pues, se le juzga al siervo negligente, holgazán y cobarde que esconde su talento bajo tierra. No aviva él el fuego de la gracia ni capta que Dios no nos ha dado un espíritu cobarde (2 Tim 1, 6-7).
La verdad es que se nos ha dado un espíritu de fuerza, amor y buen juicio. Y el amor elimina el temor (1 Jn 4, 18). El buen juicio, a su vez, nos lleva a acertar lo que quiere Jesús. Y la fuerza, por su parte, nos impulsa a hacer el bien.
Cada cristiano, sí, tendrá que discernir cuál es el camino que el Señor le pide (EG 20). «Cada uno por su camino»; no nos basta con solo copiar (GE 11; véase también “God Is In The Detail”). Cristo enseñó a Francisco de Asís qué hacer; que Cristo nos enseñe también nuestra parte.
Es por eso que hemos de decir: «Señor, si tú estuvieras en mi lugar, ¿qué harías …?» (SV.ES XI:240). Y tenemos que ser también hombres de oración (SV.ES XI:778). Y aprender además de la Cena del Señor a amar de forma inventiva (SV.ES XI:650).
Señor Jesús, haz que seamos de verdad hijos de la luz. Y danos la capacidad como la de la mujer fuerte, para que construyamos un mundo de justicia y de paz. Así apresuraremos tu venida.
15 Noviembre 2020
33º Domingo de T. O. (A)
Prov 31, 10-13. 19-20. 30-31; 1 Tes 5, 1-6; Mt 25, 14-20
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