A propósito de esta propuesta y en hora de nuestra celebración nos acogemos a la bendición del Jesús indígena. Inicialmente pudimos discutir una frase elemental del apartado de nuestra misión “mostrar el rostro indígena de Jesús”. En estas líneas queremos enfatizar lo siguiente: ¿Será necesaria una agrupación de confraternidad? Opción para varias respuestas.

Si se me permite iré desarrollando el interés de esta inquietud en forma de confesión:

a) Pensar desde América Latina. Existe una limitación para pensar desde una realidad cultural concreta, que desde ya nos presenta situaciones complejas. Por mencionar una, el término “indio”, inicialmente denotó geografía (erróneamente); el paso a la connotación social y ligado al concepto de pueblo dominado. En esa perspectiva el sistema ha venido trasquilando el recorrido histórico de pueblos enteros. Por su parte el Papa Francisco afirma que “en diversas partes del mundo, (los indígenas) son objetos de presiones para que abandonen sus tierras, a fin de dejarlas libres para proyectos extractivos y agropecuarios…” (L. S. No. 146). Y caer en la cuenta que todo redunda en una “construcción ideológica que implica a Dios” (Tamayo), para mantener el sistema dominante, que en el mismo género pueda estar dentro del marco de una heterodoxia religiosa.

b) Todo ello, es a su vez, una realidad histórica que nos remite a la Proclamación Evangélica de (Lc. 4,16 ss.), criterio cristológico que iluminó la conversión de nuestro fundador: espíritu que nos bendice en la tarea histórica desde nuestra Confraternidad de Indígenas Vicentinos. Dicha intuición y capacidad de vivir con Honradez, el legado más preciado de nuestros pueblos, nos debe hacer capaces de recargar la conciencia por el desenlace de la tensión siguiente: “El pueblo crucificado- salvación” (Jon Sobrino). Por consiguiente, desde el sentido que toda crucifixión exige resurrección, nuestra identidad indígena debe verse comprometida, desde los tuétanos, en y a favor de la defensa de la Verdad y la Justicia, que se concretiza en la implicación inmediata de todo nuestro ser personal y comunitario, para que haya vida digna y desarrollo para nuestro “buen vivir”. No olvidemos tener en cuenta que la tendencia fundamentalista de algunos, y la carencia de nuestra audacia, podrían terminar imposibilitando, en gran medida, este camino liberador. Un asunto que ha sucedido, repetidas veces, incluso en el camino vicentino de la configuración.

c) Creo en la importancia de la Confraternidad en cuanto que es el camino, desde el tiempo de pandemia, para ir al misterio de Dios encarnado en nuestro pueblo indígena; y que desde nuestro carisma realicemos “la historicidad de la salvación” del hombre y la mujer desde su cosmovisión. Me atrevo a afirmar que este último debería ser el presupuesto básico de nuestra Confraternidad, en perspectiva de liberación, a lo que diría Gustavo Gutiérrez: “Sacramento de salvación”; frente la certeza de lo cual, se irá desterrando todo aquello que presume aparente ignorancia… así como el pensar o hacer creer que todo lo que se diga de Jesús, ya es: de por sí, perfecto.

A manera de conclusión, pensando desde esta óptica, y desde nuestro carisma y la perspectiva teológica del Papa Francisco, Jesús nos continúa interpelando desde este contexto histórico, a asumir y proclamar una Nueva conciencia: la defensa a Nuestra Madre Tierra, desde el compromiso cierto y profundo por el bien de las mayorías empobrecido. Dios con su pueblo-Confraternidad.

Quiero aprovechar esta oportunidad para invitarles a unirse a esta hermosa confraternidad, para solicitar más información escribirnos a civicentina@gmail.com.

Referencias bibliográficas:

• “Laudato Si” Papa Francisco. Numerales 137-162
• “La fe en Jesucristo” Jon Sobrino. P. 69-103
• “Otra teología es posible” Juan J. Tamayo P. 63-73
• “San Vicente de Paúl” Jean Calvet. P. 39-54

Padre Margarito Hernández, CM