Dichosos y alegres seguidores de Jesús

por | Oct 29, 2020 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús nos enseña de palabra y de obra lo que es la verdadera dicha.  Es que quiere él que seamos dichosos y alegres de manera plena.

Proclama dichosos Jesús a los que el mundo toman por desgraciados.  Es decir, él rompe esquemas:  anuncia él una contracultura; promueve el cambio sistémico.

Tal cambio, claro, quiere decir convertirnos y creer en la Buena Nueva por amoldarnos a ella.  Y como hace lo que dice, Jesús mismo es el cambio que busca introducir en nuestra vida.  Nos basta, por lo tanto, hacer lo que él para que dichosos formemos parte de lo nuevo que se nos brota.

Dichosos son los verdaderos seguidores de Cristo.

Tan pobre se ha querido hacer Jesús, sí, que ni tiene donde reclinar la cabeza (Lc 9, 58).  Y si así de pobre es él, entonces, es de suponer que ningún seguidor verdadero querrá ser rico (SV.ES X:813).

Jesús llora también.  Llora al ver llorar a María, apenada por la muerte de su hermano Lázaro (Jn 11, 35).  Además, llora él por Jerusalén (Lc 19, 41).  Y presenta él, a gritos y con lágrimas, oraciones al Padre (Heb 5, 7).

Así pues, de esa forma se turba y se conmueve el Maestro.  Entonces, será, de verdad, cristiano en pintura el discípulo que, al ver afligido a un hermano, no llore con él (SV.ES XI:561).

Y nos llama Jesús a los cansados y agobiados para que nos aliviemos.  Y quiere que dichosos carguemos con su yugo y aprendamos de él, que es manso y humilde de corazón.  Él es la suavidad eterna (SV.ES IV:55).  Es por eso que se nos mueve a ir hacia él y a conducir también a los demás hacia él.

Por supuesto, Jesús es el Ungido y Enviado de Dios para anunciar la Buena Nueva a los pobres.  Y lleva él a cabo su misión con denuedo y pureza de corazón.  No se echa atrás ante las persecuciones, insultos, calumnias de parte de los que se oponen a él.  Ni frente a la muerte; busca sin cejar el reino de Dios y su justicia.  Es manso, misericordioso y pacífico; no quiebra la caña cascada ni apaga la mecha vacilante (véase Is 42, 2-4).  Pero no vacila ni se quiebra tampoco hasta implantar la justicia en la tierra.

Y serán dichosos, no cabe duda, cuantos así vivan y mueran en el servicio de los pobres (SV.ES III:359).  Su recompensa será grande en el cielo.

Señor Jesús, comemos tu cuerpo y bebemos tu sangre, lo que  entraña compromiso en favor de los pobres (CIC 1397).  Cuéntanos un día entre los dichosos innumerables en tu reino.  Y concédenos ver al Padre tal cual es.

1 Noviembre 2020
Solemnidad de Todos los Santos
Apoc 7, 2-4. 9-14; 1 Jn 3, 1-3; Mt 5, 1-12a

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