Cada semana, un miembro de la Familia Vicenciana nos compartirá una porción su experiencia en estos últimos meses. Desde lo íntimo de su corazón, propondrá un mensaje de esperanza, porque (estamos convencidos) también hay lecciones positivas que aprender de esta pandemia.
La pandemia ha cambiado bastante nuestra vida como familia. Nos separamos por prescripción médica y mientras mi hijo Alberto (22 años) se marchó a nuestra casa en el pueblo, yo permanecí en casa de mi madre (87 años) , en el centro de Madrid, a su cuidado.
Esto significó, tanto para Alberto como para mí, un distanciamiento importante del núcleo familiar, y según sus palabras, la experiencia ha sido de «aprendizaje, introspección y mirar al futuro» (Alberto).
Los sentimientos, ante una dificultad de este tipo, han sido contradictorios. Ante una separación forzosa y tan rápida, como madre, lo sientes como muy doloroso e injusto. Para Alberto, en principio, resultó ser un reto interesante el hecho de vivir de forma independiente y con el paso del tiempo, y según sus palabras: «Sentí que, a pesar de haberme desenvuelto con solvencia viviendo solo, para mi es imprescindible el calor de mi familia».
En el aspecto positivo se aprecia el ejercicio de madurez que ha supuesto esta vivencia para toda la familia. Como madre piensas que tu hijo ya ha pasado por el principio de un paso que, en un momento determinado, tendrá que dar en su vida, que es vivir fuera del nido familiar.
«He descubierto que puedo ser muy resolutivo en los distintos frentes de la vida autónoma, como la planificación de actividades, desde el estudio online, a la logística propia del cuidado y mantenimiento del hogar. En cuanto a mis amigos y amigas, he descubierto que la vida social desde casa también es posible y sale más barata» (Alberto).
Desde el punto de vivir la fe, para mí ha sido muy enriquecedor este tiempo de aislamiento. Pienso que el conjunto de la Iglesia en el mundo entero ha sido muy activo y de una solidaridad enorme.
La respuesta de la Iglesia católica al confinamiento ha sido rápida y eficaz. Será difícil olvidar como empezaron a surgir en mi móvil comunidades parroquiales pidiendo suscriptores para sus canales de youtube, y poder filmar la celebración de las misas; comunidades religiosas orantes invitando a la reflexión con audios y vídeos; grupos de oración diversos, catequesis virtuales, ejercicios espirituales, sacerdotes dando su testimonio sobre sus experiencias en los hospitales, en pabellones y hoteles habilitados y tanatorios.
Para mi ha supuesto un paso de gigante en la vivencia de mi fe, una retrospección en la vida de la iglesia para andar en ella de una manera nueva, con una capacidad de reacción más rápida, en la que cabe más gente, en la que todos pueden entrar y ser acogidos con el cariño que todos y todas merecemos y que no es otra cosa que el Amor de Dios por sus Hijos.
Para Alberto: «Al haber surgido esta pandemia en temporada de exámenes, el estudio ha ocupado la mayor parte de mi tiempo. Por otro lado, me ha parecido admirable la manera en la que la iglesia se ha adaptado a esta situación, con todo tipo de contenidos en la red y fomentando una ayuda inestimable desde Cáritas».
En cuanto a nuestra vida con los demás, el confinamiento me ha hecho estar al servicio de mi madre de una manera más integral y hemos compartido la misa dominical y otras celebraciones, vía YouTube.
También continué la catequesis de los niños de Primera Comunión de manera virtual, lo que me ha hecho ir conociendo nuevas herramientas para esta misión concreta. Los padres de estos niños se han involucrado mucho en esta tarea así que la colaboración entre padres y catequista ha sido un punto positivo más de esta situación tan difícil.
En mi opinión, no hay ninguna experiencia, por dura que resulte, que tenga que pasar el ser humano que no suponga para él y para otros una experiencia de vida. La resiliencia, este término ahora tan de moda, lo observa desde el punto de vista psicológico y seguro que es una gran capacidad o una herramienta humana para superar situaciones difíciles.
Sea lo que sea, lo que hace a hombres y mujeres superarse, yo creo que Dios está ahí, en ayudar siempre a sus hijos, porque nos quiere con un amor de locura. Esto, para mí, es un hecho, el más importante, y se hace realidad en mi vida cotidiana.
Y ese amor inconmensurable, con el que nos quiere nuestro Padre, hará a su pueblo seguir caminando, como ha hecho siempre, y venciendo obstáculos participando de ese amor con el que podemos actuar nosotros también.
María Merino y Alberto Trujillano.
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